Por José Enrique Ema
El sexo tiene que ver con la política. No solo porque lo sexual está siempre sometido a discusión y conflicto, sino porque apunta a la misma “inconsistencia del ser” que es condición de lo político, de las relaciones de poder que fuerzan/constituyen aquello que no tiene una naturaleza fundamental. Esto es lo inquietante del descubrimiento freudiano: en el corazón de lo humano habita una pregunta sin respuesta definitiva.
Así lo resume Alenka Zupančič*: “Freud descubrió la sexualidad como un problema (que necesitaba una explicación), y no como algo como lo cual se podía explicar todos los demás problemas. Descubrió la sexualidad como intrínsecamente carente de significado y no como el horizonte definitivo de todo significado producido por el ser humano […] Si fuera necesario resumir su argumento en una sola frase, lo siguiente se aproximaría bastante: la sexualidad (humana) es una desviación paradójica de una norma que no existe. Lo sexual no es una sustancia que se ha de describir y delimitar debidamente; es la imposibilidad misma de circunscribirla y delimitarla” (Zupančič, 2013: 27).
Esto no es solo un descubrimiento del psicoanálisis. Marx apuntaba a ello también al localizar una imposibilidad/antagonismo constitutivo, inerradicable, en lo social: la lucha de clases incluso antes de las clases sociales empíricas (no son las clases, o la estructura social ya dada, la que provoca el antagonismo, al revés, el antagonismo es el principio estructurante que causa los grupos en conflicto). Como lo decía Althusser**: “la lucha de clases no es un efecto derivado de la existencia de las clases sociales”. Clases y lucha de clases han sido herramientas útiles para presentar lo imposible de representar. El peligro está en cancelar esta función de semblante para convertirlas en identidad y presencia positiva directa. Y así (sin mediaciones políticas situadas, sin semblantes, sin nombres, ni identificaciones) finalmente no hay política, ¡ni sexualidad!
Esto es precisamente lo que cancela el liberalismo al proponer un sujeto, y una sociedad, sin división/antagonismo, y al considerar la sexualidad como una actividad natural y armónica «desequilibrada únicamente por un acto de represión externa “necesaria” o “innecesaria”, según lo liberal que uno quiera ser» (Zupančič, 2013: 28).
Qué buen poder de síntesis, José. Se agradece el post. Y gracias por presentar a Alenka Zupančič, desconocida para mí hasta ahora.
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Muchas gracias Francisco. Sí, merece la pena leerla. Un saludo. Pepe
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Supongo trabaja en una línea similar a la de Zizek, verdad?
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Acuerdo respecto a la imposibilidad de la sexualidad ligada al antagonismo estructurante en lo social. Sólo que si la lucha de clases así como las clases mismas son semblantes que ponen en acto y escena un modo de tramitación de este conflicto, entiendo que es justamente la política el instrumento que tiende a literalizar los semblantes. Creo que lejos de ser un instrumento de mediación que habilite el cuestionamiento de » la identidad y la presencia positiva directa», la política esencializa las mascaradas de la opresión clasista, constituyéndose de este modo en la práctica por excelencia que legitima y sustancializa el mito del carácter imperecedero y eterno de las clases y los estados.
Para un abordaje crítico de la política, léase Dario Renzi «Il libro rosso del socialismo», Prospettiva Edizioni, Roma 1998.
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Uranga07, veo en la política ambivalencias, aperturas y posibilidades de subversiones identitarias y desidentificaciones, no solo lo que tú señalas (y que efectivamente, también ocurre). Un saludo. Pepe
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Sí, Francisco, quizá con mayor amplitud y rigor filosófico, pero con menos aguijón crítico político.
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No se puede decir in abstractum, que La Política es una opresión. Es lógicamente falso. Como todo, la política es una posibilidad de algo. La filosofía siempre ha sido y será lo opuesto a cualquier dogmatismo, desde el más complejo, como (D)ios, hasta los más simples. Buena reseña de autor.
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