¿Cuál es tu noche? Santiago López Petit o la travesía del nihilismo

Por Diego Sztulwark

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no aguanto más la banalidad disfrazada de cultura pretenciosa o el engaño de una militancia política autocomplaciente. Me siento cerca, en cambio, de las vidas que no quieren aparentar

Esta vez no tenemos nada: ni horizontes, ni sujetos políticos…, somos libres

Sólo cabe atravesar el nihilismo, luchar existencialmente contra la entera despolitización de la vida, la filosofía, las militancias. La consumación de la metafísica ha dejado fuera de juego a las antiguas sabidurías del alma. La realidad se ha vuelto Una con el capital. Y hasta el lenguaje ha sido capturado por la máquina que moviliza lo social. Los Hijos de la noche son quienes han aprendido a hacer del malestar la coartada última para no entregarse.

Santiago Lopez Petit habita una zona sombría y anónima, entre la vida y la muerte. Busca en la poesía esas “ideas que tengo y que todavía no sé”. Se trata para él de no ceder en su querer-vivir. Una contracción entre el infinito y la nada capaz de extraer un vector radical para afrontar la ambivalencia dolorosa de lo real. Unilateralizarse, desparadojizar lo real, abrir grietas en las más duras de las rocas. Se combate donde los posibles se agotan, en la imposibilidad. Donde se ha alcanzado una suprema soledad. Donde ha sido necesario poner el cuerpo para evitar que la grieta abierta se nos vuelva a cerrar, allí donde la conciencia querría retomar su síntesis de miedo y consumo. Se lucha contra una vida cuyo ideal sin ideal es la libertad proclamada como yo-marca, y su realización es la maquinaria salud/activismo/autopromoción/estabilidad. La consumación de la metafísica es la realización del nihilismo.

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Pasión por el ritmo

Carta de Gilles Deleuze a Henri Meschonnic

(Traducción: Hugo Savino // Comentario de Serge Martin)

Delueze-Meschonnic

22 de junio de 1990

Estimado Henri Meschonnic

Gracias por haberme enviado «El lenguaje H». Este libro tiene un tono muy distinto al de los libros habituales sobre H. por más buenos que sean. Tiene una profunda libertad, con todo su rigor, que viene del hecho de que usted no tiene ninguna «pasión» respecto a H., porque su pasión está en otra parte, y sólo tiene necesidad de probarse en un camino que lo encuentra como un obstáculo. Es toda su concepción del ritmo la que está en juego. Hay en Heidegger una suerte de locura (de lenguaje) que tal vez no esté tan lejos de la de Brisset y que es, tal vez, lo más interesante. Por eso su capítulo «Pensar en el lenguaje H» me parece muy importante y muy bello – y todo el tono de su conclusión. Muchas gracias y crea en mi admiración sincera.

Gilles Deleuze

Esta carta de Gilles Deleuze a Henri Meschonnic como recepción del envío de su libro Le langage Heidegger (El lenguaje Heidegger) que acababa de aparecer en las ediciones P.U.F., es por cierto la de un colega de París VIII Vincennes pero también la de un filósofo cuya estatura en esa época ya es ampliamente reconocida y que, desde hace al menos veinte años, ha formado generaciones de filósofos y transformado la epistemología de varias investigaciones importantes mucho más allá de su disciplina académica. Por eso, la apreciación que hace Deleuze de la obra de Meschonnnic no es, como parece, únicamente un agradecimiento amable. En primer lugar, Deleuze distingue “los libros habituales” de aquellos que tienen “una profunda libertad”, libertad que no se opone al “rigor” que exige la escritura del ensayo. Hay allí evidentemente una reflexión crítica respecto al academicismo filosófico y más allá de un punto de vista que pide desplazar el centro de gravedad de los estudios sobre Heidegger tal como se hacen en Francia hacia esa época. Deleuze disocia las “pasiones” a la vez que descalifica toda pasión “respecto a H.”. Sugiere por lo demás que los pros y los contra son de la competencia de una modalidad pasional que no puede permitir el ejercicio de una “profunda libertad” de pensamiento. Le reconoce a Meschonnic una “pasión” singular comprometida por su “concepción del ritmo”. Es entonces la sugestión fuerte de que el pensamiento llevado por semejante “pasión” sólo puede intensificarse de camino, por cierto sembrado de obstáculos, pero en una relación abierta a su desconocido, a los encuentros que semejante aventura no puede dejar de acoger incluso de suscitar – la referencia sería un desplazamiento del concepto heideggeriano que, metáfora de la metáfora, desmetaforizaría así ese “de camino”… Heidegger, al que Meschonnic encuentra de camino constituye entonces un “obstáculo” por su concepción del lenguaje. ¿Deleuze insinúa que Meschonnic deja de lado otros aspectos, en cuyo caso, no habría entendido el incentivo estratégico que la teoría del lenguaje constituye en el ensayo de Meschonnic? Abre en todo caso una perspectiva inédita que muestra que su respuesta es dialógica y acogedora hasta en sus implicaciones antifilosóficas, en el sentido de Meschonnic. Es entonces que avanza con numerosas modalizaciones hipotéticas la idea de una “locura de lenguaje” de Heidegger análoga a la de Brisset, abriendo como a una historia de esta locura en filosofía. La sugestión puede llevar lejos (”lo más interesante”) pero se detiene para evaluar el recorrido propuesto por Meschonnic: “muy importante y muy bello”. La evaluación conjuga allí concepto y afecto para in fine iniciar su propia conclusión en lo que forma parte de una empatía más que de un acuerdo ya que “todo el tono” puntúa una actitud y por consiguiente un modo relacional del pensamiento más que un producto, un resultado. La relación está abierta y el camino sin más obstáculo que la incertidumbre de los encuentros. La relación se debe a que el encuentro de las actitudes tuvo lugar: el modo relacional es resonante.

Agradezco a Régine Blaig y a Fanny Deleuze por haber autorizado la publicación de esta carta, gracias a Jacques Ancet por habérmela hecho conocer.

Fuente: Lobo Suelto

Sobre Mil Mesetas

Por Ani Bustamante

milmesetas

Leo Mil Mesetas de Deleuze-Guattari, el efecto del texto va resonando en mi cuerpo, devengo maquina de escritura, me embriago de sonidos inaudibles. En el límite del territorio familiar, pueden pasar, por lo menos, dos cosas… o un repliegue aterrorizado para afirmar una despótica racionalidad sin riesgos, o de despliegue hacia ese territorio que sacude los viejos pilares en los que el yo se siente tan cómodo.

¿Cómo efectuar el movimiento?

Delueze-Guattari señalan que la música es una de las vías más propicias para realizar desterritorializaciones, ningún pueblo se levanta por una bandera roja, pero si por una marcha, afirman.

Al despertar de un sueño en el que la palabra «máquina» no dejaba de resonar y enlazarse a otros significantes, desayuno y pongo música. Entro a este Trazo para lanzar unos fragmentos de Mil Mesetas,  un video-arte de Jorg Staeger y darle lugar al movimiento.

Entre tanto,  sigo escribiendo algunas fugas para las próximas Jornadas sobre Deleuze en Lima

Un tejido presenta en principio un cierto número de características que permiten definirlo como espacio estriado. En primer lugar, está constituido por dos tipos de elementos paralelos: en el caso más sencillo, unos son verticales, otros horizontales, y los dos se entrecruzan, se cruzan perpendicularmente. 

En segundo lugar, los dos tipos de elementos no tienen la misma función; unos son fijos, y los otros móviles, pasando por encima y por debajo de los fijos.  En tercer lugar, un espacio estriado de este tipo está necesariamente delimitado, cerrado al menos por un lado: el tejido puede ser infinito en longitud, pero no en anchura, pues ésta está definida por el marco de la urdimbre; la necesidad de un ida y vuelta implica un espacio cerrado (y las figuras circulares o cilindricas también son cerradas). Por último, este tipo de espacio presenta necesariamente un revés y un derecho; incluso cuando los hilos de la urdimbre y los de la trama tienen exactamente la misma naturaleza, el mismo número y la misma densidad, el tejido reconstituye un revés al quedar sólo de un lado los hilos anudados….

…existe toda una navegación nómada empírica y compleja que hace intervenir los vientos, los ruidos, los colores y los sonidos del mar… el mar, arquetipo del espacio liso, ha sido también el arquetipo de todos los estriajes del espacio liso: estriaje del desierto, estriaje del aire, estriaje de la estratosfera (que hace que Virilio pueda hablar de un «litoral vertical» como cambio de dirección). En el mar fue donde primero se dominó el espacio liso, y donde se encontró un modelo de organización, de imposición del estriado, válido para otros sitios. Lo que no contradice la otra hipótesis de Virilio: al término de su estriaje, el mar vuelve a producir una especie de espacio liso, ocupado primero por el fleet in being, luego por el movimiento constante del submarino estratégico, que desborda todo cuadriculado, que inventa un neonomadismo al servicio de una máquina de guerra todavía más inquietante que los Estados que la reconstituyen en el límite de sus estriajes. El mar, luego el aire y la estratosfera vuelven a ser espacios lisos, pero para mejor controlar la tierra estriada, en la más extraña de las inversiones…

 

Texturas de Bacon a Deleuze

Por Ani Bustamante

Cada cosa tiene su geografía, su cartografía, su diagrama.
Lo interesante de una persona son las líneas que la componen,
o las líneas que ella compone, que toma prestadas o que crea.
(Deleuze)

La potencia de la muestra de Bacon llevó los hilos de mi sistema nervioso por fuera de las paredes del museo del Prado. La serie de ideas que conviven conmigo, desde hace varios años, encontraron intersecciones en algunas de las texturas que componen los cuadros.
Uno de los pensadores que ha trabajado con mayor originalidad la obra de Bacon es Gilles Deleuze, el pintor sirve al filósofo para mostrar orgánicamente su devenir-animal, su cuerpo sin órganos (o, leyendo al revés, órganos sin cuerpo, como propone Zizek) sus líneas de fuga e intensidades desterritorializadas.
Quizá el sujeto deleuziano encuentre una (re)presentación en la obra de Bacon. Quizá.

Recorto el asunto del sujeto, la pintura y el concepto, a partir de dos paradigmas fundamentales: el de estructura y el de textura. Así, si en la segunda mitad del siglo XX el estructuralismo -y su sistema de oposiciones- resultó una revolución en la manera de pensar al sujeto como un lugar y a lo social como sostenido por una red significante previa; en el siglo XXI, ante el desencanto y el consumo salvaje ¿qué es lo que puede reemplazar a la idea de estructura? Sigo la propuesta deleuziana para pensar el advenimiento de las ‘texturas’.

El movimiento de la estructura a la textura incorpora la dimensión del cuerpo -que en el estructuralismo no es tomado en cuenta- Este es un giro importantísimo que coloca a Deleuze como un filósofo fronterizo, que lleva las palabras hasta el umbral del cuerpo, en donde ya no se trata de ver qué pasa con la significación, pues la operación es sobre la pura materialidad de la letra, sobre las modulaciones de las fuerzas pulsionales que no reaccionan al sentido, sino a -para decirlo poéticamente- la sinfonía, al ritmo y el tono de la palabra.

Pensar en texturas tiene consecuencias en la manera de abordar lo inconsciente, este para Deleuze es algo por producir, por diseñar a través de líneas que fugan de cualquier sistema cerrado basado en cadenas de significación; el modelo a trabajar, entonces, tiene que ser básicamente no-representacional. No hay que interpretarlo, hay que dibujarlo. Si lo incosnciente se produce, lo hace desmontando las categorías edípicas clásicas.

Deleuze nos va trayendo ‘planos de superficie’ en donde se desplazan los flujos de deseo hacia el infinito, nos propone un ‘pliegue barroco’ en el cual se constituirá la intimidad como pliegue del afuera, conservando la idea de superficie. La textura reemplaza a la estructura, dándo a la relación entre los acontecimientos un signo claro de cuerpo y de sensibilidad. Para pensar con Deleuze hay que poder abandonarse a los sentidos -y tolerar el vértigo-, posición que también asumimos frente a la inquietante presencia de los cuadros de Bacon.

Es para seguir pensando-escribiendo el paradigma puesto en juego con las texturas, es para seguir explorando las consecuencias que tiene sobre la sexualidad, el cuerpo y el deseo en estos tiempos. Deleuze explica con notable fuerza y belleza que:

«La superficie, la cortina, la alfombra, el manto, ahí es donde el cínico y el estoico se instalan y con lo que se envuelven. El doble sentido de la superficie, la continuidad del derecho y el revés, sustituyen a la altura y la profundidad. Nada tras la cortina, sino mezclas innombrables. Nada sobre la alfombra, sino el cielo vacío. El sentido aparece y se juega en la superficie, por lo menos si se sabe batirla convenientemente, de modo que forme letras de polvo, o como un vapor sobre el cristal sobre el que el dedo pueda escribir. La filosofía a bastonazos de cínicos y estoicos sustituye a la filosofía a golpe de martillo. El filósofo ya no es el ser de las cavernas, ni el alma o el pájaro de Platón, sino el animal plano de las superficies, la garrapata, el piojo. El símbolo filosófico ya no es el ala de Platón ni la sandalia de plomo de Empédocles, sino el manto doble de Antístenes y de Diógenes. El bastón y el manto, como Hércules con su maza y su piel de león. ¿Cómo denominar a la nueva operación filosófica en tanto que se opone, a la vez, a la conversión platónica y a la subversión presocrática? Quizá la palabra perversión, que, cuanto menos, conviene al sistema de provocaciones de este nuevo tipo de filósofos, si es cierto que la perversión implica un extraño de las superficies».