La fuga de edipo, el pliegue Deleuze – Lacan*

Por Ani Bustamante

Ponencia Ani Bustamante 

RESUMEN: Este artículo pretende poner en tensión las posiciones de Deleuze y Lacan en relación a las teorizaciones relacionadas a la idea del complejo de Edipo heredero del psicoanálisis freudiano. Esta tensión se expresará al revisar los conceptos de deseo, represión y castración, desde el punto de vista de la relación del sujeto con el lenguaje. Para esto atravesaremos por las propuestas topológicas gracias a las cuales, tanto Deleuze como Lacan, pueden dar cuenta de aquello que se aloja por fuera de la lógica significante, cuyo eje paradigmático es justamente la lógica edipica, para así llegar a forjar un trabajo de frontera en el cual la materialidad del lenguaje, su sonoridad y textura cobraran relevancia para repensar el estatuto mismo del inconsciente.

FUGA

Trazar algunas líneas entre Deleuze y Lacan implica transitar por un campo de atonalidades para poner en marcha un pensamiento que podríamos ubicar en la dimensión de una cierta lógica musical. Así tenemos, pues, filosofía y música trabajando en los márgenes de la representación.

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Homenaje a M. Duras (Lacan 1965)

Por Ani Bustamante

Empecé a leer el Arrebato de Lol V. Stein hace unos 15 años, muy entusiasmada por el hallazgo de una escritura que subvertía el orden clásico. Sus fragmentos me causaban, al comienzo, una suerte de vértigo que empujaba a más, sin embargo la lectura se me fue haciendo cada vez más cuesta arriba, la angustia aumentaba junto con la desorientación y, hacia la mitad abandoné la novela. Efectivamente, quedé perdida y no pude sostener ese “no saber quien es quien” que arma nudos y texturas constantemente en el texto.

Luego de haber dejado inconclusa la lectura, pasó algún tiempo (no serán 10 años) hasta que llegó a mis manos “Escribir”, un texto pequeño de M. Duras, lo leí casi embriagada, raptada porque ponía en acto aquello que dice Lacan en su Homenaje: “Que la práctica de la letra converja con el uso del inconsciente”, la letra de Duras roza lo imposible, gira alrededor de él:

“un libro abierto también es la noche”

Llega ahora el momento de reanudar el Arrebato, mediada por Lacan.

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Resonancias adolescentes

Por Ani Bustamante

adolescencia

fotograma de «Los 400 golpes». F. Truffaut

Muchas veces a la deriva y sin cadenas, el adolescente se encuentra en medio de escombros significantes, en ese lugar de umbral en el que los viejos nombres no cubren el despertar y su desasosiego, y lo nuevo no es aun conjugado con lo imposible de significar que adviene. Tiempo de salir de la casa paterna y abrirse al Otro social, no sin transitar por un incierto intervalo por el que resuenan los ideales y sus declinaciones. Lo que transita no cabe en el cuerpo del lenguaje, ni en el espejo que ahora parece opaco y hace evidente ese agujero en la representación que lo lanza al exilio. Exilio de la lengua que sin embargo puede ser también la posibilidad de un reanudamiento a través de la letra (La adolescencia en Rimbaud es paradigmática, pero no menos las versiones actuales a través del hip hop, como bien señala Lacadée)
Si el saber ya no se ampara en las garantías del Otro de la infancia, el adolescente transita entre la crisis de las identificaciones, los temblores pulsionales y la falta que puede traducirse en exceso de referentes. Lacadée deja clara la necesidad que tiene el adolescente de encontrar “el lugar y la formula”¹ a través de un vagabundeo que, a modo de acto, refleje el intento de separarse de los determinismos de un mundo colapsado, y la necesidad de fundar un nuevo lugar.
En este sentido, la famosa frase de Benjamin me deja sus resonancias:
“Importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere aprendizaje. Los rótulos de las calles deben entonces hablar al que va errando como el crujir de las ramas secas”

Nuevos signos se revelan a un cuerpo en el bosque naciente, y se advierte la necesidad de encontrarse con la pérdida. La relativización de los ejes gramaticales descolocan al lenguaje como centro de gravedad y colocan la experiencia de la lalengua como posible punto a partir del cual orientarnos.
Deleuze, el filósofo de las líneas de fuga y la multiplicidad, propone al ritornelo como aquello que propicia el paso de un territorio al otro, produciendo el movimiento mismo de la vida.
“Un niño en la oscuridad, presa del miedo, se tranquiliza canturreando. Camina, camina y se para de acuerdo con su canción. Perdido, se cobija como puede o se orienta a duras penas con su cancioncilla. Esa cancioncilla es como el esbozo de un centro estable y tranquilo, estabilizante y tranqulizante, en el seno del caos”². Es muy posible que el niño, al mismo tiempo que canta, salte, acelere o aminore su paso; pero la canción ya es en sí misma un salto: salta del caos a un principio de orden en el caos, pero también corre constantemente el riesgo de desintegrarse.
Siempre hay una sonoridad en el hilo de Ariadna. O bien en el canto de Orfeo

El canturreo, ritornelo, como maneras de hacer en el exilio, de reanudar la marcha, como bien dice Lacadée: “La música a la que algunos se enganchan y que viene a anudar, como suplencia, lo que no puede decirse”³

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¹ Rimbaud en «Vagabundos»: «…y así vagábamos, alimentados con el vino de las cavernas y la galleta del camino, yo apremiado por encontrar el lugar y la fórmula.»

² Deleuze, G y Guattari, F. Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia, 2004 Valencia, Pre-textos, 322.

³ Lacadée, Philippe, El despertar y el exilio, 2010, Gredos

Un nuevo amor . Comentario al libro de Mercedes de Francisco

Por Ani Bustamante

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“Un nuevo amor” no es un libro que pretenda una unidad, más bien se nutre de lo fragmentario, para producir en el lector acontecimientos que no podrían llegar a nacer si la pretensión fuera completar y cerrar una idea sólida.

La autora nos ofrece una mirada que pasa por Wong Kar Wai, Lars Von Trier, la escritura de Borges, Tolstoi, M. Duras, para tocar el amor. Un amor que no pase por el significado, que, siguiendo a Lacan se teja en la urdimbre de la letra para poner el énfasis en el rasgo, en aquello que está por fuera del sentido y que desde ese lugar produzca la contingencia del encuentro.

El libro de Mercedes de Francisco transcurre en una frontera que caracteriza aquellos textos que nos devuelven un afuera, una otredad que despliega el adentro del psicoanálisis, evitando su clausura. Esta otredad se pone de manifiesto en el diálogo que establece con el cine y la literatura, con lo cual, el libro se desplaza en los bordes del psicoanálisis, en un esfuerzo de la autora por escribir algo de eso “nuevo” en el amor. Quizá haya que apelar más que nunca a aquello que no está anclado en los viejos cimientos de lo nombrable y domesticado por el significante y sus articulaciones paternas. Este nuevo amor que como Mercedes dice “es un nuevo amor, no un amor nuevo” que atraviesa otra lógica. Un amor que es quizá también un acontecimiento de borde, o de litoral, entre lo imposible de la relación sexual, y la posibilidad de un decir amoroso (poético).

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S. Freud y S. Zweig: «La invisible lucha por el alma»

Por Ani Bustamante

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Leer la correspondencia entre Freud y Zweig, representa la recuperación de un género casi olvidado y, podríamos pensar que, dejado de lado al compás del declive de la función paterna.  Empiezo a dibujar, en la siguiente reflexión, las relaciones entre esta función paterna -con sus ejes fálicos- y lo femenino, para abrir la pregunta por  el lugar del padre, la letra y la escritura con ese Otro goce llamado femenino.

Freud y Zweig mantuvieron por 21 años una intensa correspondencia marcada por la admiración, la reverencia y el reconocimiento de los dones fálicos. Cada carta acompaña una escena histórica conmovedora. Así, el tiempo del trascendental hallazgo psicoanalítico, es también el tiempo de la celebración poética en la escritura de Zweig. La pluma de ambos avanza, entre los pliegues del inconsciente, en la búsqueda de un ideal de claridad (Freud) y de una narrativa que beba insaciable del descubrimiento de la psique freudiana (Zweig).

Ambos sabían de que el trabajo fundamental del ser humano es el del inconsciente,  el cual se desplaza, deambula entre el sentido, escribe, no cesa de escribir, busca un destino, una correspondencia. Es así que podemos ver en la relación epistolar Freud-Zweig una puesta en acto del trabajo del inconsciente, leer sus cartas es asistir a este trabajo, que implicará transferencia, intercambios (ambos se enviaron cada una de sus obras, y las leyeron con apasionada entrega), y, como herencia cartesiana, la búsqueda de claridad. Freud escribe en carta del 14/4/1925:

“usted sabe ajustar tanto la expresión al tema que sus más finos detalles se tornan accesibles”

Evidentemente, la búsqueda de claridad en Freud no es correlativa a la que ronda en estos tiempos de reflectores, pues si bien Freud buscó claridad, lo hizo alumbrando a la manera de la intermitente luz de las “luciérnaga”(1), sabiendo de ese destello evanescente que enmarca la oscuridad, mientras en nuestros tiempos la luz de los reflectores (negación de las luciérnagas) anula el lugar de lo íntimo y opaco.

Freud tuvo que abrirse camino entre el paradigma científico, por un lado, la religión y moral burgueses de su época, por otro; la dirección que le daba el faro de su pluma, le permitió abrir la pregunta por la sexualidad, el misterio de lo femenino, y las coordenadas fálicas. El encuentro de Freud con la literatura puede pensarse, también, como el encuentro con aquello que permita la construcción de un borde que nos haga saber de un lugar imposible de definir claramente, un territorio femenino evocado en las exploraciones del inconsciente freudiano. A pesar de la evidente lógica patriarcal que atraviesa esta correspondencia, podemos ver sus intermitencia gracias a la letra, la carta, la literatura que, junto con la histeria y el enigma de la sexualidad, fueron las herramientas con las que Freud nos dejó la señal para ubicar allí lo femenino. El encuentro con el Otro sexo evidencia la oscuridad -como condición de posibilidad de la “supervivencia de las luciérnagas»-, evidencia la existencia de  ese goce opaco, que constituye fuente poética, en este caso para la pluma de Freud y Zweig.

Si algo admiro en Freud es esa capacidad de tejer luz y opacidad, esa intimidad que nos acompaña cuando lo leemos. Ese placer que destilan sus cartas

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1.- Extraigo esta metáfora del trabajo de Georges Didi-Huberman en su libro: “Supervivencia de las luciérnagas

El sexo, el amor y la muerte. Nuevo libro de José Milmaniene

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Este libro trata de la búsqueda del objeto ausente que colme, en tanto figuración del amor edípico inolvidable, todos los deseos y repare todas las heridas. De modo que, en determinadas circunstancias –signadas por el determinismo azaroso de lo Real–, el ausente adquiere un rostro y un nombre, y con él que se entablan vínculos caracterizados tanto por la dimensión sublime del amor como por el goce letal de las pasiones. Aquí se despliegan las vicisitudes de estos singulares encuentros entre los cuerpos del deseo –destinados a las pérdidas y a los duelos– que configuran verdaderos campos de batalla ente el verbo que es promesa y la carne que es destrucción. Se exponen, así, los conflictos entre la dimensión simbólicamente estructurante de la sexualidad, que genera lenguajes, intercambios y pactos; y la desestructurante, inherente a la dimensión letal del orden pulsional. 
En estas páginas se trabaja el vínculo indisociable entre el deseo el amor y la muerte, en temas como la moda, la prostitución, el matrimonio, el teatro, la religión, el Padre, la Ley y la cura. José E. Milmaniene produce una interesante articulación entre el discurso psicoanalítico y otros campos del saber a partir de autores como Walter Benjamin, Giorgio Agamben, Jacques Derrida, Slavoj ŽZizek, Massimo Recalcati, Jean-Luc Nancy y Georges Didi-Huberman, entre otros.
Se trata, pues, de un texto que transmite con claridad la trascendencia del nombre teórico de castración, que da cuenta de todos los avatares y las vicisitudes de las diferentes condiciones existenciales y estructuras psicopatológicas, que derivan en última instancia de la tensa imbricación de la libido con la pulsión de muerte.

Ficha de Libro

La chica danesa

Por Andrea Amendolala-chica-danesa-cuatro-nominaciones-en-el-oscar_opt2_.jpg

El filme “La chica danesa”, está basado en una historia real. Dinamarca, años 20. La pareja de pintores formada por Einar (Eddie Redmayne) y Gerda Wegener (Alicia Vikander) disfruta de su éxito. Einar observa cómo Gerda se pinta. Su mirada queda detenida no precisamente en ella, a la cual ama y admira. Más allá de su amada, es en las pinturas que quedan sobre la mesa, en donde sus ojos reparan sutilmente, segundos después de que Gerda se va de la alcoba.

Hay un desplazamiento que acontece en Einar, de pintar paisajes en el lienzo hacia los atributos que hacen a lo femenino.

Un día, por casualidad, la modelo a la que Greda contrató para retratar en sus cuadros, no pudo presentarse a la cita. Greda necesitaba terminar esas pinturas a tiempo. Urgida por ello, le pregunta a su marido si no le importaría ponerse medias y zapatos de mujer por unos instantes, a lo que él accederá sin problema.

Las manos de Einar se deslizan sobre las medias femeninas. Se las coloca con notable delicadeza. Las observa detenidamente. Introduce sus pies en los zapatos de mujer. Inclina su cuerpo, acomodándolo a semejanza de la mujer que está eclipsada en la pintura. El roce de sus dedos sobre el vestido que Gerda le apoya sobre su cuerpo, constituye en sí mismo un borde que dará cuenta de una revelación para Einar: un goce opaco, enigmático y desconocido que se le impone.

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La feminización del mundo contemporáneo, rasgo de nuestra época

 Por Andrea F. Amendoladanesa.jpg

 Nuestra época: el comité síntoma

En “El Otro que no existe y sus comités de ética” Miller y Laurent sitúan como propio de la época del Otro que no existe, la multiplicación de los comités. Se trata en los comités de debatir, declarar controversias, conflictos, disensiones, comunidad, atisbos de consenso, escepticismo sobre lo verdadero, lo bueno, lo bello, sobre las palabras y las cosas, sobre lo real.

La sociedad contemporánea advierte el carácter ficcional del Otro, del Nombre del Padre y de los ideales, entonces es el sentido mismo de lo real lo que se ha vuelto un interrogante.

Miller dice que nos vamos sumergiendo en “una sociedad deliberativa, cuya verdad es que quizás es una sociedad de debilidad generalizada” (1), en donde los comités de ética son la conversación de los débiles, esos que están desconectados del discurso del Otro. Surge un esfuerzo por hacer existir la comunidad en el lugar incesantemente ocupado por saber el valor exacto de lo que se dice. Entonces el comité, surge así, como síntoma del Otro que no existe.

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Del Piropo al Insulto

Por  Andrea F. Amendola

del piropo al insulto

Alfonso Alzamora – Menina Rojo Rodko

Del Piropo…

                                                  Del griego pyropus, que significa “rojo fuego”. Los romanos tomaron esta palabra de los griegos y la usaron para clasificar piedras finas, granates, de color rojo, rubí. El rubí simboliza al corazón, y era la piedra que los galanes regalaban a las cortejadas. Los que no tenían plata para los rubíes, regalaban palabras preciosas.

Cuando decir, no es hacer

                                             “¿tenés hora? Así le digo a mi psicólogo en qué momento me volví loco”

Hablar del piropo es introducirnos en la dimensión creativa. La significación se edifica desde el mismo sinsentido. Para Jacques A. Miller, el piropo es una situación concreta y ejemplar para captar en vivo la función del lenguaje. Dice en “Seminarios en Cararas y Bogotá”: “el piropeador no aspira a retener a esa mujer, y si hay allí una connotación erótica, hay al mismo tiempo, un desinterés profundo, que hace del piropo, cuando alcanza su forma excelente, una actividad estética. En el fondo, el piropo nos marca el corte entre el decir y el hacer”.

Que un hombre, en su andar por la calle, se detenga para decirle a una mujer, por ejemplo: “te quiero más que a mi madre, y siento que estoy pecando, pues ella me dio la vida y tú me la estás quitando” o “vos con esas curvas y yo sin frenos”, son ejemplos que nos permiten pensar cómo el acento está puesto en el decir, no en el hacer. Se trata de un decir cual almácigo de agudezas, en donde la equivocidad de la lengua da lugar a la invención. Lejos queda el interés de pasar a la acción, a excepción de que, el hombre en cuestión, se valga del piropo como artilugio, en donde se sirva de la agudeza, en medio de la casualidad, para que el decir devenga en un hacer.

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Lacan el judío

por Jean-Claude Milner
(Traducción: Hugo Savino)

lacan

“La teoría de Marx es todopoderosa porque es verdadera.” Lenin escribió esta frase en 1913[1]. En Francia, en el  último cuarto del siglo XX, en la esfera de influencia de Louis Althusser, esta frase fue importante para algunos. Fui uno de ellos. Hoy, casi cincuenta años más tarde, preferiría invertir los términos: una teoría sólo es verdadera si no es todopoderosa. Más exactamente, una fórmula de lengua roza la verdad, si es suficientemente poderosa para afectar al operador todo.  O al menos suficientemente poderosa como para sacar a luz una de las grietas que la resquebrajan. Bajo el giro negativo “no todopoderosa”, oigo una afirmación, poderosa en cuanto al no todo.

Si grietas existen, eso sólo es posible con una condición. Es preciso que el operador todo,  en todos sus usos y bajo todas sus formas, no señale nunca una solución, sino siempre y por todas partes un problema. Problema de su propio equívoco, entre límites, sin límites y fuera de los límites. Problema  de la inexistencia del metalenguaje, de donde se desprende que todo cuando se menciona se pone rápidamente en uso y recíprocamente.  Problema de su estuche de sinónimos: todos en plural, todo en singular, artículo definido singular, universo, universal, infinito matemático, infinito no matemático, colectivo/distributivo, etc. También es oportuno, cuando se abordan declaraciones, sean las que sean, rastrear en ellas las vicisitudes del todo y los indicios que atestigüen que el problema no ha sido evitado.

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