Unos tragos y un Himno: Mi adiós a Samuel Beckett

Por John Montague

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Estoy en París y aunque alojado en Montparnasse, el escenario de la mayoría de nuestros encuentros y fiestas nocturnas, me siento renuente a llamar a Beckett. Su última nota decía que estaba “en una casa de vejestorios” pero que esperaba estar “dando una vuelta por el boulevard de nuevo por mis propios medios y apto para la compañía otra vez.”

Se sabe que está enfermo, muriendo incluso, y soy reacio a decir adiós a un viejo amigo, un amigo permanente durante un cuarto de siglo. Además tengo una pierna quebrada y apenas puedo moverme yo mismo. Pero también tengo una misión que cumplir: ponerlo en la lista del Gran libro de Irlanda.

Llega un mensaje de que quiere verme, por tanto cojeando me balanceo a la fila del taxi al lado del Dôme donde tan menudo nos hemos sentado bebiendo y conversando. Luego bajo por Raspail, otra de nuestras rutas, hasta al león de Denfert Rochereau. Por la noche se iría calle abajo por el Boulevard St. Jacques, mientras yo daba vuelta en la Rue Daguerre, con «Dios nos bendiga» como su último, extraño saludo, una expresión irlandesa familiar que se me hizo extraña por su reputación universal de ateo.

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EL TALLER TEATRAL DE SAN QUINTÍN

Rick Cluchey

Rick Cluchey

Fundador del Taller Teatral de San Quintín. Estuvo preso por muchos años en San Quintín antes de ser liberado bajo palabra y recibir un indulto. Trabajó con Samuel Beckett como asistente en Berlín y luego representó los roles de Krapp en La última Cinta de Krapp , Hamm en Final de Partida y Pozzo en Esperando a Godot , todas dirigidas en Berlín y Londres por Beckett.

Esta es una versión revisada de su ensayo Samuel Beckett: Krapp’ Last Tape reproducido con la gentil autorización de los editores de Rick Cluchey.  

Comencé a actuar en las obras de Beckett en 1961, mientras cumplía cadena perpetua en San Quintín, en California. Aunque muchos de mis compañeros convictos tenían un interés similar, ya en 1958 nos habían pedido ser pacientes y esperar hasta que el Director de la Cárcel decidiera darnos la autorización especial para un taller experimental en el que esas obras podrían realizarse. Entonces, en 1961, con el advenimiento de nuestro teatrito propio, comenzamos a montar una trilogía de Beckett que eran los primeros trabajos que resultaban del pequeño taller.

Este primer intento fue Esperando a Godot, luego Fin de Partida y finalmente La última cinta de Krapp. En total ofrecimos no menos de siete puestas del ciclo de obras de Beckett, durante un periodo de tres años.

Todas esas obras eran ejecutadas por presidiarios para un público de presidiarios. Y así, cada fin de semana, en nuestro pequeño teatro de San Quintín, estábamos ahí sólo para prisioneros americanos, y con razón, porque si como Beckett ha declarado, sus obras son sistemas cerrados, entonces son también prisiones. Personalmente puedo decir que San Quintín es un sistema muy bien cerrado.

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Con Samuel Beckett

Unknown

Este artículo que presentamos en el Dossier de Traducción continúa hurgando- como lo hicimos desde el comienzo con el texto de Raymond Federman- en “lo único que hay y que no importa: el lenguaje”, como escribió el escritor argentino Osvaldo Lamborghini. Esto no debería llamar a ningún desanimo sino todo lo contrario, ya que este artículo “con” Beckett y no “sobre” Beckett (la diferencia que hacen esas preposiciones son cruciales) es el testimonio de un editor que sin cánones ni recetas lee a Beckett por primera vez y puede sufrir un “shock de descubrimiento” -según sus propias palabras- y sólo porque escuchó ahí una música distinta y apostó a eso con urgencia, buscó a un Beckett todavía desconocido, lo encontró- se animó a encontrarlo-, se tiró de cabeza a traducirlo del francés al inglés para convencer a su jefe de la editorial de Nueva York, escribió artículos, lo publicó previamente en revistas hechas a pulmón, todo con la convicción de que ese autor debía imperiosamente ser conocido.

Milita Molina

Este artículo forma parte del libro Remembering Beckett. Uncollected Interviews with Samuel beckett and Memories of those who knew him. Edited by James and Elizabeth Knowlson. London: Bloomsbury. 2006.

 

Richard Seaver. Traducir Beckett

Traducción: Milita Molina

Richard Seaver (Photo courtesy of Jeanette Seaver)Richard Seaver, editor en jefe de Ediciones Arcade en Nueva York fue un viejo amigo de Beckett desde 1950. En 1952 fue el primero en llevar a Beckett -prácticamente desconocido- a la atención del público de habla inglesa, en un laudatorio ensayo en Merlín.

Seaver ha sido un destacado editor en Nueva York por más de cuarenta años. Durante ese tiempo ha traducido más de 50 libros del francés incluyendo trabajos de André Breton, Eugène Ionesco y del mismo Beckett.

Esta contribución ha sido escrita especialmente para este volumen.

París, en los años 50

Algunas personas hacen su propia suerte, otras se ven arrojadas a ella por el momento, la geografía, o los dioses. En mi caso fue una combinación de momento y geografía, ya que hacia finales de 1951 me había trasladado del ático del octavo piso (léase un cuarto de servicio), en una abominable pension de famille en la calle Jacob, a un alojamiento mucho más grande en el 8 de la calle de Sabot, detrás de St Germain des Prés.

Para llegar a St Germain con su aglomeración de amables cafés, yo tenía casi inevitablemente que atravesar la calle Bernard Palissy, una pequeña calle adoquinada que alojaba a un panadero, un carnicero, una lavandera, un carpintero y, por sobre todas las cosas, a una incipiente editorial: Ediciones de Minuit. Antes, el local ocupado por Minuit había sido el burdel local, cerrado por un grupo de cruzados anti sexo en un vano intento por limpiar el alma Gala tanto como el cuerpo. Pero lo fundamental en este cambio de profesiones era que el local del número 7 de la calle Bernard Palissy tenía dos vidrieras, una a cada lado de la puerta, antes llena de imágenes de tentadores cuerpos de jóvenes mujeres y ahora con libros recién impresos. Como pasaba por el número 7 casi diariamente, camino a mi punto de reunión en Deux Magots o el Café Royale, no podía evitar mirar los títulos, especialmente dos libros que estaban juntos Molloy y Malone Meurt, con un nombre en la portada que me sonaba familiar: Samuel Beckett. Yo estaba involucrado profundamente con Joyce en ese momento, para mí el santo bendito de la literatura contemporánea, y el nombre de Beckett había aparecido frecuentemente en el contexto joyceano. Todo lo que sabía de él era que también era irlandés, que había venido a París desde el Trinity College, Dublín, como lecteur a la Escuela Normal Superior -un notable honor- y que él y un amigo francés, Alfred Péron, habían traducido al francés el capítulo del Finnegans Wake, “Anna Livia Plurabelle” y que Beckett había contribuido con el capítulo que abría la colección de doce odas al Maestro, apropiadamente tituladas Our Exagmination Round His Factification for Incamination of Work in Progress. También me parecía recordar que había publicado una o dos novelas en Inglaterra con poco o nada de éxito.

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Una voz dentro de una voz (Dossier Traducción)

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   A veces me confundo con mi sombra y otras no

(Samuel Beckett)


Raymond Federman

Habla en mí una voz dentro de otra voz, doble-conversación en mí: bilingüe, en francés y en inglés, separadamente o, a veces, simultáneamente. Esa voz juega constantemente a las escondidas con su sombra. No hay nada inusual en esto. Hoy, muchas personas, en muchas partes del mundo, hablan dos, tres, o incluso más lenguas. Si hablo bien francés o inglés, esa es otra cuestión, y no soy yo quien debe responderla. Pero queda el hecho de que soy un ser bilingüe, un balbuceante doblemente comandado, se podría decir, y como tal un ser bicultural. Pasé los primeros veinte años de mi vida en Francia y en consecuencia dentro de la lengua y la cultura francesa; y pasé más o menos los últimos cuarenta años en América, o sea dentro de la lengua y la cultura americana. Mis actividades sociales y culturales lo reflejan.

Pero soy también un escritor bilingüe, es decir que escribo tanto en francés como en inglés, y eso es tal vez menos común.

Más aún, a veces también traduzco mis propios libros del inglés al francés, y viceversa. Esta tarea de auto-traducción no es en verdad muy común en el terreno de la escritura. En ese sentido soy como una especie de fenómeno. Un francés diría “Federman c est un drôle de phénomène!” (Federman es un fenómeno extraño). Por cierto, como escritor y auto-traductor bilingüe me he preguntado a menudo si he sido bendecido o maldito con esto.

El hecho por el cual soy y llegué a ser un escritor bilingüe puede ser un accidente de la historia, tanto como uno de la propia experiencia personal. En cualquier caso me han preguntado con frecuencia si pienso en francés o en inglés, si sueño en francés o en inglés. Y usualmente contesto (en cócteles, en el golf o en encuentros intelectuales varios) donde uno siempre debe contestar este tipo de cosas sólo con el fin de decir algo y no irritarse demás con una pregunta incontestable: “Pienso y sueño tanto en francés como en inglés y muchas veces simultáneamente”.

De hecho eso es lo que quiere decir que haya una voz dentro de otra voz. Significa que nunca se pueda separar tu identidad lingüística de su sombra.

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Introducción a Dossier Traducción

La lectura es un modo de transformación
– un descentramiento.
Henri Meschonnic

Sobre el lenguaje sólo hay puntos de vista.
Ferdinand de Saussure

Este Dossier propone el rescate y traducción de textos de escritores y traductores que trabajan en ese territorio de transformaciones que es el traducir. Nuestra intención es mostrar los diferentes puntos de vista que se traman en este hacer. Se traducen textos escritos, no se traduce de una lengua a otra. Nuestra intención es darle lugar a una voz, cada vez distinta, cada vez cantante.