Los dioses son dioses porque no se piensan

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Por Ani Bustamante

Al leer el artículo de Martín Uranga «Lenguaje-psicoanálisis-ateísmo-mesianismo aparecieron ante mí las reflexiones y poemas de Pessoa, a traves de algunos de sus heterónimos. He titulado este pequeño comentario con un fragmento de un poema «Sigue tu destino» de Ricardo Reis.

Fernando Pessoa es uno de los poetas que mas nos ayudan a pensar en la alteridad absoluta y las diversas maneras de anudar lo uno y lo múltiple. La transcendencia en la inminencia misma. Por eso después de leer a Martín, paso por Pessoa y me pregunto: ¿Qué pasa si pensamos el más allá del padre como núcleo inmanente al padre mismo? Núcleo éxtimo.

El «más allá del padre» no como trascendencia sino como lo real inmanente al padre. Padre cuya función se pluraliza  (por qué no pensar en el paganismo pessoano) y luego se puede entender como  una letra (a), extracción de una partícula no simbolizable del lenguaje.

Pensar la trascendencia desde la inminencia misma, lo alteridad radical desde ese Uno que estalla, estructuralmente, como rendija que se abre en el sujeto.

No encuentro manera de pensar esto sin alimentarme del vértigo real de la paradoja, así que me tomaré algunas licencias más, más allá, del padre ¿puedo romper la cadena? Cuándo S1 y S2 no se articulan, cuando el efecto semántico queda eclipsado por ese Uno.  Retomo la cita de Lacan traída por Martín Uranga al final de su texto: “¿Es el uno anterior a la discontinuidad? No lo creo, y todo lo que he enseñado estos años tendía a cambiar el rumbo de esta exigencia de un uno cerrado, espejismo al que se aferra la referencia a un psiquismo de envoltura, suerte de doble del organismo donde residiría esa falsa unidad. Me concederán que el uno que la experiencia del inconciente introduce es el uno de la ranura, del rasgo, de la ruptura.”

 ¿Ese Uno, lleva lo Otro como inmanente?

¿He meditado sobre Dios y el alma
Y sobre la creación del mundo?
No sé. Para mí pensar en esto es cerrar los ojos
Y no pensar. Y correr las cortinas
De mi ventana ( que no tiene cortinas ).

(Fernando Pessoa)

Entrevista sobre el libro "Los Pliegues del Sujeto"

A partir de la publicación del libro «Los Pliegues del Sujeto», algunos medios han tenido la generosidad de entrevistarme y hacer notas al respecto.
aquí, Roberto Limo del diario El Correo:

CORREO libro 17.03.11

Los Pliegues del Sujeto, Una lectura de Fernando Pessoa

Por José Milmaniene

En este logrado texto Ani Bustamante  despliega una rigurosa revisión de   la teoría psicoanalítica del sujeto, a la que enriquece con el estudio de la obra poética de Fernando Pessoa, la que opera como ejemplo alegórico privilegiado de la misma.

La autora está persuadida que el psicoanálisis actual debe repensar  la subjetividad  a la luz de los renovados aportes filosóficos, artísticos y literarios,  que no sólo exponen en acto lo enunciado conceptualmente, sino que aportan  la riqueza existencial que deriva de la conjunción del Saber con la Belleza.

 Se trata pues de un texto que propone una intertextualidad fecunda entre el campo freudiano y el evento del lenguaje, lo que genera un efecto inédito de placer, que deviene del plus de sentido que se  gesta cuando se articula  la teoría con  el decir poético de Fernando  Pessoa.

En la primera parte la autora desarrolla con lucidez el complejo proceso de constitución subjetiva, a la luz de los aporte de Freud, Lacan, Winnicott y Deleuze.

Además de una exhaustiva exposición de los lineamientos teóricos de estos autores, Bustamante despliega el original concepto de pliegue subjetivo. Si bien se trata de un  nombre teórico de filiación deleuziana, Bustamante  lo articula con el corpus freudo -lacaniano, lo que le otorga una mayor potencia clínico-existencial.

Los pliegues  definen la particular arquitectura simbólica del sujeto, constituido por  bordes, torsiones, cortes, discontinuidades, corrientes libidinales, intervalos significantes, litorales, nombres y vínculos objetales.

Esta compleja estructura se despliega en ejes temporales signados por la resignificación a posteriori,  en un espacio fantasmático que si bien se puede formalizar  por modelos topológicos, encuentra en las metáforas poéticas su campo de expresión privilegiado.

Se trata de  un sujeto facetado, hecho de heterónimos- sean estos latentes o manifiestos –  y de rostros múltiples, que no acepta ninguna totalización ni síntesis unificada.

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Los nombres de Pessoa

Por Ani Bustamante

Quiero mostrar en este artículo de qué forma la obra de Fernando Pessoa y el movimiento que con ella crea pueden servirnos para pensar asuntos psicoanalíticos absolutamente contemporáneos. Iremos viendo cómo, al poner en práctica el ejercicio del devenir-otro que caracteriza por ejemplo al Libro del Desasosiego, Pessoa se ve llevado a construir una magnífica obra heterónima que funciona como estructura para sostener la multiplicidad de singularidades que el poeta produce. Esta obra (que trataré en breve) es finamente tejida con unos hilos que intentan romper la tela diseminándose infinitamente. Es decir, el mero hecho de devenir-otro llevado al extremo y sin un punto que abroche, lanzaría al sujeto a un abismo metonímico, a un desplazamiento incesante que podría propiciar un desencadenamiento psicótico. Pienso que es fundamental pensar a este poeta en la complejidad de su movimiento, pues de esta fuga abierta a la pluralización de personalidades logra hacer una obra heterónima que reúne, sostiene y sirve como punto de capitón a esta multiplicidad de yos, en una suerte de cuerpo textual que de consistencia ante la amenaza de dispersión absoluta. En el Libro del Desasosiego Pessoa explora sus devenires y el acontecimiento de esa extrañeza íntima que Lacan llama extimidad:

He creado en mí varias personalidades. Creo personalidades constantemente. Cada sueño mío es inmediatamente, en el momento de aparecer soñado, encarnado en otra persona, que pasa a soñarlo, y yo no.  Para crear me he destruido; tanto me he exteriorizado dentro de mí, que dentro de mí no existo sino exteriormente. Soy la escena viva por la que pasan varios actores representando varias piezas.

La escritura es esa irrupción de lo Otro dentro de él, en ella desaparece para volver a surgir, al compás de sus otredades. ¿No es este movimiento el que da la posibilidad de que lo inconsciente sea posible? ¿No es acaso esta su manera de dividirse para constituirse como sujeto? Pienso que sí; sin embargo, creo que el genio de Pessoa —y su magnífica suplencia— inventa la heteronimia como estructura que sirve para acotar la búsqueda infinita de sensaciones gozosas que este devenir otro (que así como representa la posibilidad de que lo inconsciente se haga presente, también lleva en sí el goce metonímico al exceso) le brinda. Decía Pessoa que somos algo que sucede en el entreacto de un espectáculo , su obra da cuenta de este entreacto que, como quiero demostrar, esta estrechamente ligado a la producción de su universo heterónimo. Pessoa resulta un poeta que, además de tener en sus manos una poesía magnífica, nos otorga una obra única que puede servirnos como base para pensar al sujeto contemporáneo. Mi trabajo está dedicado a construir a partir de la obra pessoana un pensamiento y una clínica que pongan énfasis en las diferentes maneras en las que el yo puede tornarse Otro, y en los intervalos que se abren al interior del yo. Pessoa, en el Libro del Desasosiego, dice:

Dios mío, Dios mío, ¿a quién asisto? ¿Cuántos soy? ¿Quién es yo? ¿Qué es ese intervalo que hay entre mi y mi?

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La escritura del desasosiego

Por Ani Bustamante

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Es un hallazgo haber encontrado en la obra de Fernando Pessoa asuntos que se tejen con algunas de las propuestas más interesantes en psicoanálisis. En este trabajo voy a explorar la relación entre la escritura pessoana del Libro del desasosiego y temas como la angustia y lo real.
Pessoa fue un poeta portugués, su característica más conocida es la de haber realizado una obra en la cual se despersonaliza para crear diferentes personajes llamados “heterónimos”. Los heterónimos son personalidades ficticias creadas con total singularidad y diferencia respecto del autor, así, cada uno tiene una fecha y lugar de nacimiento, una posición filosófica y un estilo literario particular. Lo significativo no es solamente la radical alteridad que se genera dentro de él sino la manera como los heterónimos se relacionan, sus puntos de acuerdo y desacuerdo, sus filiaciones y conflictos.
A lo largo de su vida Pessoa crea unos 70 personajes, la mayoría de los cuales no alcanzan el grado de heterónimo pues su singularidad no termina de construirse, sin embargo esto si sucede con cuatro de ellos, a saber: Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Fernando Pessoa (tratado como un heterónimo más).
Ahora bien, partir de esta breve reseña del universo heterónimo quiero pasar a analizar el tipo de escritura puesta en juego en el Libro del Desasosiego. Libro que puede entenderse como el laboratorio en el cual Pessoa fue explorando las diferentes maneras de transformarse en otro.


El Libro del desasosiego está escrito por el semi-heterónimo Bernardo Soares (“semi” porque no alcanza una singularidad bien delimitada) sobre él Pessoa dice, en unos escritos relativos al Libro del Desasosiego, que: “no siendo su personalidad la mía, es, no diferente a la mía, sino una simple mutilación de ella” . ¿Una mutilación de ella? Es fantástico que Pessoa haya usado una palabra que nos invita a pensar que hay algo que queda por fuera del cuerpo que a su vez permite la aparición de Bernardo Soares, personaje a través del cual accedemos casi al diario del mismo Fernando Pessoa. Es entonces desde la mutilación del autor que se produce la Obra.
El Libro del Desasosiego está escrito de una manera fragmentaria, en él la dispersión y disolución de la identidad de Bernardo Soares está constantemente puesta en juego. Por ejemplo, al ir leyendo encontramos que la secuencia de ideas se corta dejando siempre algo incompleto, de tal manera que pareciera que el autor lo que hace es un “ordenamiento de fragmentos” que se reúnen sin una secuencia narrativa. Lo que quiero señalar es que esta es una escritura que en lugar de producir sentido, produce agujeros y “restos” (a los que Lacan llamaría “objetos a”) que muestran la imposibilidad estructural que reside en el mismo lenguaje y la ruptura de la idea de Verdad del relato. Es esta pues una escritura que nos introduce a una experiencia del límite y al recorrer las páginas vamos percibiendo una serie de estados de ánimo inconexos. En el Libro del Desasosiego Pessoa dice sobre este tema:
“En estas impresiones sin nexo, ni deseo de nexo, narro indiferentemente mi autobiografía sin acontecimientos, mi historia sin vida. Son mis Confesiones, y, si en ellas nada digo, es porque nada tengo que decir”.

A partir de este libro se pueden indagar las relaciones entre angustia, escritura y aquello que llamamos Lo Real. Para preguntarnos ¿cómo es esta escritura que parece abrir agujeros en el sentido? ¿Qué sucede con ese resto imposible de significar que deja cada fragmento? ¿De qué manera la escritura pessoana sujeta al autor? ¿será que en el ejercicio de transformarse en otro consigue hacer algún tipo de lazo para no quedarse en un aislamiento que bordea la psicosis?
Sería bueno en este punto repasar algunas ideas psicoanalíticas sobre la angustia: por ejemplo, mientras que en Freud la angustia está vinculada a la pérdida del objeto, para Lacan la angustia se produce “cuando falta la falta”, es decir, cuando no hay lugar para la falta y no se pasa por la pérdida rellenándose esta en un orden totalizador en donde todo es cubierto ya sea por lo imaginario (estadio del espejo) o por la significación (sin quedar espacio para alguna partícula que se escape del sistema significante). En la clínica constantemente observamos pacientes que tienen una hipertrofia de pensamiento, un exceso de sentido que para nada apacigua la angustia, pues esta no cesa llenándose con más interpretaciones que alimentan la búsqueda interminable de significación. Lacan nos enseña, con el dispositivo del corte, a trabajar acotando los goces y drenando el sentido excesivo para producir una nueva posición subjetiva.
La introducción de una falta sería el equivalente a la idea freudiana de castración que limita el goce del sujeto.
En este sentido es posible pensar que el afecto llamado por Pessoa desasosiego, es efecto de una pretensión ilimitada de sensaciones, de una necesidad de ser todos y de sentirlo todo, asunto que una y otra vez expresan sus heterónimos, sobre todo Álvaro de Campos cuando dice en un poema:
“Sentirlo todo de todas las maneras.
Sentirlo todo excesivamente…

Cuanto más sienta, cuanto más sienta como varias personas,
cuanto más personalidades tenga,
cuanto más intensamente, estridentemente, las tenga,
cuanto más simultáneamente sienta con todas ellas,
cuanto más unificadamente diverso, dispersamente atento,
esté, sienta, viva, sea,
más poseeré la existencia total del universo,
más completo seré a lo largo del espacio entero.
más análogo seré a Dios, sea Dios quien sea,
porque sea Dios quien sea,
porque sea quien sea ciertamente lo es Todo
y fuera de Él sólo hay Él, y Todo para Él es poco”.

En este poema vemos como, a través de uno de sus heterónimos, Pessoa plasma la necesidad de ser TODO negando así la castración, sin embargo será la propia obra (con todos sus matices) la encargada de recortar tal pretensión. Lo interesante es que Pessoa hace de estos goces y esta angustia un Libro que cumple la función de enmarcarla acotándola. Es decir, puede hacer algo con la angustia, puede llevarla al acto de escribir.
La angustia es un afecto que no engaña porque escapa del juego de significación que siempre está bajo las leyes del desplazamiento, pues finalmente lo que engaña es la relación significante significado. El alivio de la angustia suele aparecer a partir de una puesta en acto, es por esto que la angustia, lacanianamente hablando es productiva, lleva al sujeto a hacer algo con ella (más allá de si esto es bueno o malo) Y Pessoa es llevado por el desasosiego a escribir su magnífica obra.
La particularidad de este acto de escritura es que Pessoa decide explorar sus dolores y placeres más íntimos en este libro creado a partir de fragmentos, que a la manera de otros grandes como Roland Barthes y Walter Benjamin, ponen de manifiesto la condición misma de la razón en tanto desarticulada, en tanto atravesada por lo inconsciente. La escritura de un libro hecho de fragmentos hace patente la imposibilidad de una unidad integrada, cohesionada, capaz de organizarse desde el sentido y, a su vez, permite que entre fragmento y fragmento se abran brechas que produzcan un movimiento de flujos que nos hagan saber (pero no desde el sentido sino desde la ruptura, la puntuación, el ritmo, el son) que ahí, en las palabras, se está jugando algo más, se está jugando un gozar intraducible que sólo se vislumbra en el intersticio. Pessoa se adelanta a su época, anticipa lo que luego será trabajado por Lacan cuando éste introduce el orden de lo real dentro del mismo sistema simbólico e intuye lo que será la deconstrucción derridiana al desmontar el eje del logocentrismo.
Siguiendo las propuestas psicoanalíticas, esta escritura del Libro del Desasosiego nos hace pensar también en la relación que establece Lacan entre escritura y resto, es decir, para Lacan la escritura es un ordenamiento de restos, entendiéndose por resto aquello que queda por fuera del sistema de la lengua, aquello que no puede significarse, que hace agujero en el lenguaje mismo y regresa para seguir intentando significar. Lacan piensa que la escritura toca más lo real que la palabra hablada, la escritura entendida como cuerpo, como trazo.. Y esta escritura del desasosiego nos hace patente lo real, que puede entenderse como lo extraño o como eso Otro dentro de nosotros que Freud llamó Lo Siniestro.

Algo queda articulado a partir de este acto de escritura, algo sucede en el momento en que Pessoa pone en juego la pérdida de sentido… la pérdida… algo aparece en el agujero de la falta. Esto que aparece es un peculiar objeto llamado “a” que funciona como causa de deseo. A mi modo de ver, esta operación de escritura desde el desasosiego le permite a Pessoa introducir una falta a partir de la cual acceder al deseo y recomponer un cierto lazo social.

El desasosiego junto con la obra heterónima
Vemos en Pessoa una constante búsqueda de quedar a la deriva, en una suerte de nomadismo desorientado. Este goce se satisface acotadamente en la escritura, que por un lado vehiculiza la pulsión y por otro sirve de punto para frenar el goce metonímico, otorgando un anclaje fálico. En un pasaje del Libro de Desasosiego Pessoa dice:

“Y, en medio de todo esto, voy calle adelante, adormilado en mi vagabundeo como una hoja. Algún viento suave me barrió del suelo, y voy errante, como un final de crepúsculo, entre los acontecimientos del paisaje. Me pesan los párpados en los pies arrastrados. Quisiera dormir porque ando. Tengo la boca cerrada como para que los labios se peguen. Naufrago mi deambular”.

Me parece que esta es una obra riquísima pues nos muestra, por un lado, un estado de goce en el desasosiego y por otro la recuperación del sujeto en el acto de escribir. Es decir, el mero hecho de devenir-otro llevado al extremo y sin un punto que abroche, lanzaría al sujeto a un vagabundear metonímico, al desplazamiento incesante que vemos en algunas psicosis. Pienso que es fundamental pensar a este poeta en la complejidad de su movimiento, pues de esta fuga abierta a la pluralización de personalidades logra hacer una obra heterónima que reúne, sostiene y sirve como punto de capitón a esta multiplicidad de yos, en una suerte de cuerpo textual que da consistencia ante la amenaza de dispersión absoluta. En el Libro del Desasosiego Pessoa explora sus devenires y el acontecimiento de esa extrañeza íntima que Lacan llama extimidad. Dice Pessoa:
“He creado en mí varias personalidades. Creo personalidades constantemente. Cada sueño mío es inmediatamente, en el momento de aparecer soñado, encarnado en otra persona, que pasa a soñarlo, y yo no.
Es decir, este desasosiego que busca lo ilimitado y la dispersión es resuelto con una maravillosa fórmula, la cual consiste en hacer de la dispersión una obra heterónima que amarra las diferentes personalidades. Por otro lado esta heteronimia también se puede entender como una manera de hacer nacer una alteridad, una manera de salir del aislamiento creando vínculos entre heterónimos. Entonces tenemos un libro que produce restos, estos restos causan deseo y esto termina haciendo posible lo heterónimo.
En ese sentido la escritura es en Pessoa la irrupción de lo Otro dentro de él, en ella desaparece para volver a surgir, al compás de sus otredades. ¿No es este movimiento el que da la posibilidad de que lo inconsciente sea posible? ¿No es acaso esta su manera de dividirse (es decir castrarse) para constituirse como sujeto?
Algunas de las preguntas vitales que animan la obra pessoana aparecen en el Libro del Desasosiego cuando Bernardo Soares dice:
“Dios mío, Dios mío, ¿a quién asisto? ¿Cuántos soy? ¿Quién es yo? ¿Qué es ese intervalo que hay entre mí y mi?”.
El libro del desasosiego, al igual que la angustia, no aparece para otorgar sentido, sino para mostrar la aparición de lo real del goce como ese hueso duro irrepresentable que queda cuando se termina con las capas de la interpretación, esto es pura pulsión que puede enmarcarse y sujetarse con un síntoma, que en el caso de Pessoa es su escritura.

Lo que importa en este autor es la irrupción de una fuga de sentido en la que se rompe la articulación de la cadena significante, y ahí hace su entrada el desasosiego como “afecto que no engaña” pues no presenta la duda intrínseca a la significación, sino que está ahí con carácter de certeza. Fuera de la significación la escritura se vuelve una línea, un número, un trazo y aparece este concepto lacaniano llamado “La letra” que es justamente eso, la materialidad del lenguaje sin soporte significante. Al no haber lógica significante queda la letra impregnada en el cuerpo o en el organismo como dice Pessoa, dejando al sujeto “como arrojado a un lado, trapo caído en el camino”.

Fernando Pessoa se adelanta a estos conceptos lacanianos que apelan a un trabajo por fuera de la interpretación clásica que se apoya en el sentido y dice: “Las cosas no tienen significación sino existencia”
La letra es el sustrato material, es el cuerpo desde el cual Lacan empezará a operar, cuerpo que es pulsión y que nos muestra su imposibilidad de ser representado completamente. En ese sustrato corporal ligado a lo real no encontramos la relación entre significantes sino una suerte de caos pulsional que luego se anudará con lo simbólico y lo imaginario.
Lo escrito tiene que ver, para Lacan, con la letra, y es lo que se pone en juego en la escucha psicoanalítica. Dice Lacan:

“La letra es algo que se lee… es bien evidente que en el discurso analítico no se trata de otra cosa, no se trata sino de lo que se lee, de lo que se lee más allá de lo que se ha incitado el sujeto a decir” .

Es decir, el psicoanálisis busca leer algo que sea del orden del cuerpo, de las pulsiones y no quedarse entrampado en la búsqueda de sentido.

Pessoa nos muestra en el Libro del Desasosiego esa escritura hecha de restos, hecha de letras, que dejan en un segundo plano la intención de significar algo trascendente. Sobre esto dice:

“Me gusta palabrear. Las palabras son para mí cuerpos tangibles, sirenas visibles, sensualidades incorporadas (…) escribo sin querer pensar, en un devaneo exterior, dejando que las palabras me hagan fiestas, como niño que llevaran al cuello. Son frases sin sentido, corriendo mórbidas, con una fluidez de agua sentida, un olvidarse de riachuelo donde las olas se mezclan y confunden, siempre trasformadas en otras, sucediéndose a sí mismas”.

Y en otro fragmento:
“Si escribo lo que siento es porque así disminuyo la fiebre del sentir. Lo que confieso carece de importancia, pues no hay nada que tenga importancia… Me desarrollo como una madeja multicolor, o hago conmigo mismo figuras de cordel, como las que se tejen con las manos extendidas y se van pasando de un niño a otro. Me preocupo sólo de que el pulgar no falle el nudo que le toca. Después vuelvo la mano y la imagen queda diferente. Y vuelvo a comenzar”.

Pessoa, Vila Matas y la pasión por desaparecer

Por Ani Bustamante

Lejos de las tesis narrativas que proponen que la escritura es un dispositivo que permite la integración del yo, Fernando Pessoa muestra como, a través de ella, el yo se desgarra y multiplica, generando un universo de personajes, cada uno de los cuales con personalidad y literatura propia. Asi pone en juego la experiencia de la otredad en uno mismo, juego que, en el caso Pessoa, es literario y no un brote esquizofrénico. Es interesante ver el punto en que locura y escritura se cruzan, punto en el que, si ponemos los dos pies, probablemente caigamos en el abismo de la identidad.

Hace unos días terminé de leer el Doctor Pasavento de Enrique Vila Matas, el libro me capturó desde la primera página, ni bien empecé a leerlo me encontré con la pregunta: «¿De dónde viene tu pasión por desaparecer?». Me sentí involucrada, cuestionada, pues el pulso de esta pregunta ha acompañado mi investigación sobre la obra de Pessoa. Para mi era motivo de celebración el encontrarme con un libro que inicia su ruta con una interrogación que invita a caminar por los laberintos del Libro del Desasosiego en el cual Pessoa ensaya ese devenir-otro, esa despersonalización que luego explotará y tomará forma de obra heterónima:

«Yo, realmente yo, soy el centro que no hay en todo esto sino como una geometría del abismo; soy la nada en torno a la cual gira este moviemiento sólo por girar, sin que ese centro exista por otra razón que no sea la de que todo círculo lo tiene. Yo, verdaderamnete yo, soy el pozo sin paredes, pero con la viscosidad de las paredes, el centro de todo con la nada en torno» (El Libro del Desasosiego)

La escritura, como movimiento de significantes alrededor de un abismo, es un asunto trabajado por Lacan y cuya puesta en acto encontramos en escritores como los aqui citados. Esta escritura, en su devenir, produce otredades. De tal manera que al terminar una línea encontremos que lo escrito no es nuestro, que es de un otro que habita en nosotros. Sabemos con el psicoanalisis que eso ‘otro’ es justamente lo inconsciente, aquello íntimo que, sin embargo, nos es ajeno. Vila Matas, con su Doctor Pasavento busca un ‘escribir para ausentarse’, para dejar atrás el nombre que lo predetermina etiquetándolo entre los vapores de la fama y la imagen. Ausencia que, sin embargo, tiene como revés, la búsqueda de un otro reconocimiento.

 Vila Matas hace un recorrido delicioso por ese hilo que a traves de la historia ha ido tejiendo y destejiendo la idea de identidad. Desde Montaige y la aparcición del sujeto moderno construido a partir el ensayo, hasta Walser y la escritura de la desposesión, lo insignificante y la desaparición.
La escritura será el eje de esta novela, la escritura y su imposibilidad. Imposibilidad, también, de encontrarnos como seres humanos completos. Es precioso ver el tejido que hay entre identidad y escritura, resaltar cómo en estos tiempos, asi como el libro ya no es más un ‘libro cerrado’ como unidad completa, sino más bien, libro abierto y diseminado, el sujeto es vivido de similar manera, abierto, plural y fragmentado -este asunto lo trataré en un próximo post-

Fernando Pessoa y Vila Matas nos muestran la desaparición del sujeto como intrínseca al acto de escribir. La paradoja consiste en que ahí en donde el yo desaparece, irrumpe un otro (otro de lo inconsciente) para escribir algo que irá rodeando siempre los agujeros de la realidad. La escritura, como el camino, no pueden separarse del abismo, como dice Vila Matas en una entrevista en el blog de Kevin Heredia:

El abismo, en una primera lectura, suena como si fuera el final del camino. Pero cada vez estoy más convencido de que el abismo es el propio camino. Es decir, que no hay camino sin abismo.


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