Entre filosofía, psicoanálisis y arte. Conversación con Ani Bustamante.

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Libertad bajo palabra es un programa de radio de la universidad Antonio Ruiz de Montoya  conducido por Arturo Sulca y producido por Michael León. Hace unos días me entrevistaron y quedé gratamente sorprendida por encontrar un espacio así de rico, complejo y abierto, que apuesta por recorrer los saberes y sus bordes, sin temor a la marginalidad de aquello que no ha sido etiquetado por la academia, sino, más bien, sustrayendo de ese lugar, la palabra libre, que nos da siempre la posibilidad de recrearnos.

En esta emisión conversamos sobre Fernando Pessoa, Chabuca Granda, y otros «acontecimientos» que convocan mis pasos desde hace ya muchos, muchos, años. Cito un fragmento del programa:

“Pessoa, en su búsqueda de sentido para las sensaciones, descubre las grietas en la representación y la incapacidad estructural del sujeto para tener un conocimiento directo del mundo. La escritura de Pessoa puede entenderse como una suplencia del “nombre del padre” que opera sujetándolo ante la problemática de unos goces vertiginosos con la nada, la melancolía y el no-ser. Pessoa hace síntoma en la escritura, en ella crea otredades, divisiones, intervalos. Juega, despersonalizándose, a construir algo ahí en donde hay un vacío. Es decir, a través de la escritura se las arregla con el vacío asumiendo la falta estructural del sujeto y en ella hace obra.

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Sobre La Clausura del Amor de Pascal Rambert

Por Ani Bustamante

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Pocas veces se experimenta en (y con) el teatro una entrega semejante a la que asistimos en La Clausura del Amor: estallidos de fibra sin-nombre, ecos de un decir que nunca logra pronunciarse del todo, desfallecimiento. Esto es lo que me deja la brillante obra de Pascal Rambert, dirigida por Darío Facal y actuada por Lucia Caravedo y Eduardo Camino.

La obra plantea un final, enunciado desde el título como “clausura”, que nos llevará por una experiencia que cruza el lenguaje y la existencia misma. Estamos delante de lo más crudo y cruel de la vida, de todo aquello que fue velado por obra y gracia del amor. Jacques Lacan dice que el amor funciona como suplencia de aquello que no hay, y hace que allí, en la falta misma, en la grieta que nos constituye, surja una posibilidad, un teatro quizá, en el que se ponga en juego un sentido.

A partir de la clausura del amor, todo el teatro y el sentido tambalea; y esto es lo que nos muestra magistralmente la obra, ya que, capa a capa, va destejiendo los hilos de la representación mientras la palabra de amor cesa y el mundo parece  derrumbarse. Este es el punto que me interesa y parece mejor logrado de la obra, el punto que hace de ella algo que va mucho más allá de la historia de una pareja y su separación.

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Empieza la representación

Luces blancas sobre un amplio escenario vacío.

Este es el final, dice él. Ella enmudece. 

A partir de aqui, Audrey y Stan llevan las palabras hasta el limite en el que éstas desfallecen, mientras sus cuerpos se enredan en los vacíos del lenguaje. Los protagonistas son una pareja de actores y la obra transcurre en un teatro, en medio de las luces blancas del ensayo. Escenario desnudo, teatro vacío.  Final.

¿Cuál es la representación? ¿Se puede representar un final?

¿Qué resta después de la escena del amor? ¿es el amor representable? ¿se puede seguir confiando en la representación para cobijar el cuerpo y velar nuestra desnudez?

Dice Stan: las cosas solo existen porque son dichas

¿Y qué sucede con lo imposible de representar, de decir, de nombrar?

Negro…

Se apagaron las luces, parecía no quedar rastro de nada, salvo un hueco en el pecho, una inmovilidad en el cuerpo. Desconcierto. Fin de la obra. Aplausos.

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Los sonidos de eros, entrevista de Lima en Escena

Hoy, 3 de septiembre, se celebra el nacimiento de Chabuca Granda. Volveré a transitar sus calles, puentes y alamedas,  en esta ocasión de la mano de Rosana López Cubas de Lima en Escena , quien hace un par de años me realizó la entrevista que transcribo, con gratitud, aqui:

Ani Bustamante

Ani Bustamante: “Chabuca convirtió en poesía todo aquello que era discriminado por el discurso patriarcal”

Autora del libro “Los sonidos de Eros, un recorrido por la obra de Chabuca Granda”, nos habla sobre este interesante “jam sesión”

Su música, su baile, su canto, la nutrió desde niña, en el hogar familiar, en donde Chabuca Granda trascendía a través de sus poéticas y seductoras canciones las cuales eran celebradas con algarabía en esta morada. Si bien todo el arte de nuestra gran compositora la tenía seducida, embriagada, es a partir de su condición de extranjera en España, mientras realizaba su doctorado en psicoanálisis que Ani Bustamante retoma inconscientemente este entrañable vínculo, este diálogo con la autora de “La flor de la canela”, para aproximarse e interpretar, desde su particular mirada, parte de su valioso legado poético.

Así, y fruto de este reencuentro nace: “Los sonidos de Eros, un recorrido por la obra de Chabuca Granda”, poético y excelente ensayo, una sesión musical o un “jam sesión”, como bien lo define la autora, que destaca su problemática contemporánea como el amor, la sexualidad y el mestizaje. Al respecto Lima en Escena entrevistó a la autora.

-Ani, nos gustaría saber sobre tu relación con Chabuca Granda. ¿Cómo surge este vínculo con la poeta, la compositora, la intérprete…?

-Chabuca Granda fue figura central en la vida de mi familia. Su música fue como el nudo que entrelaza varios hilos sueltos, las primeras huellas de disfrute, de baile, de canto, llevan su marca. Sin embargo, “este” vínculo con ella, el íntimo de la escritura, surgió siendo extranjera en España, allí la reencontré y recién allí fui consciente de la manera como había marcado mi vida

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Pokémon Go, ese virtual objeto…

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Voltear por una esquina y encontrarse con una criatura extraña dando brincos del otro lado de la acera, reconfigura la noción misma de paseo en la actualidad. Nos toca pensar, entonces ¿qué es pasear? ¿qué representa perderse en una ciudad? (parafraseando a Walter Benjamin) Las coordenadas del deseo, así como la idea de «encuentro» y «novedad», sufren un giro vertiginoso. Les dejo una entrevista que me hicieron hace pocos días en el programa Presencia Cultural para seguir merodeando a partir de estar preguntas, a la caza de una reflexión posible:

La chica danesa

Por Andrea Amendolala-chica-danesa-cuatro-nominaciones-en-el-oscar_opt2_.jpg

El filme “La chica danesa”, está basado en una historia real. Dinamarca, años 20. La pareja de pintores formada por Einar (Eddie Redmayne) y Gerda Wegener (Alicia Vikander) disfruta de su éxito. Einar observa cómo Gerda se pinta. Su mirada queda detenida no precisamente en ella, a la cual ama y admira. Más allá de su amada, es en las pinturas que quedan sobre la mesa, en donde sus ojos reparan sutilmente, segundos después de que Gerda se va de la alcoba.

Hay un desplazamiento que acontece en Einar, de pintar paisajes en el lienzo hacia los atributos que hacen a lo femenino.

Un día, por casualidad, la modelo a la que Greda contrató para retratar en sus cuadros, no pudo presentarse a la cita. Greda necesitaba terminar esas pinturas a tiempo. Urgida por ello, le pregunta a su marido si no le importaría ponerse medias y zapatos de mujer por unos instantes, a lo que él accederá sin problema.

Las manos de Einar se deslizan sobre las medias femeninas. Se las coloca con notable delicadeza. Las observa detenidamente. Introduce sus pies en los zapatos de mujer. Inclina su cuerpo, acomodándolo a semejanza de la mujer que está eclipsada en la pintura. El roce de sus dedos sobre el vestido que Gerda le apoya sobre su cuerpo, constituye en sí mismo un borde que dará cuenta de una revelación para Einar: un goce opaco, enigmático y desconocido que se le impone.

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Mallarmé: El fauno

Por Hugo Savino

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Mallarmé: El Fauno¹

“El amor es una agitación despierta, viva y alegre”. Un cuerpo clandestino desliza sus pasiones en cartas secretas, en esa agitación de la cita de Montaigne, a Méry Laurent. ¿Nada de un fauno…? Modestia, para ir rápido: el fauno solitario envuelve a la Palomita con palabras, el fauno cómico, el fauno impresionista con colores y palabras, la ocasión pone la estrategia. Mallarmé, sobre su mujer: “Es tan inteligente como puede serlo una mujer sin ser un monstruo. Yo la haría artista”, pero es otro capítulo. Mallarmé ya se había hecho esta pregunta: ¿adónde huir en la rebelión inútil y perversa?: acá entra la palabra clandestinidad: los pocos lectores que quedan no necesitan más aclaraciones: la época abunda en charlatanes con diplomas y un buen lector sabe eludirlos y encontrar los buenos libros que llevan a otros libros, al laberinto del fauno, a la biblioteca, a la alusión, a la obscenidad, al flirt del mal, y “a la sensualidad a un grado increíble”. “Todo lo que se le puede ofrecer al poeta es inferior a su concepción y a su trabajo secreto”. ¿Quién es capaz hoy de soportar ese trabajo secreto mallarmeano, botella al mar? ¿Tenemos idea de esa soledad acosada por burgueses que le reprochan no ser un buen profesor de inglés? La manía de los profesores empezaba. Iban a fundar una república con esa plaga. Algunos pormenores: Ella (Méry Laurent): hija de una lencera y de padre desconocido nace en Nancy en 1849, a los quince años se casa con un almacenero, dura poco, se lo saca rápido de encima, y se va a París. Allí se hace mantener por el Doctor Evans, un dentista norteamericano muy rico. Mallarmé: profesor de inglés, pocos alumnos supieron valorarlo. A veces se sacó algunos días de licencia: merecidos, el agotamiento de enseñarle a esos hijos de burgueses. Viélen-Griffin: “Lo adoramos, pero mientras tanto fumamos su tabaco, bebemos su ponche, y es muy pobre, y no hacemos nada por él, y eso que algunos de nosotros somos ricos…”.

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La época, como todas, tenía su censura: todo lo que salía de marco era mamarracho. O desviacionismo. La crítica ama siempre “los momentos tranquilos”, la calma chicha del comentario. Manet: no pintaba de la manera que se esperaba, parece que no hacía obras de arte, en sus telas faltaban las señales apropiadas, todo era muy poco definido, el retrato de Mallarmé tenía muchos empastes, el cuello de palomita del maestro está lleno de impresiones borrosas color ocre. Cuando había un dibujo mal hecho, el clásico mamarracho, los que decían saber se burlaban diciendo “parece un Manet” (Sorlin).

Max Nordau sobre Mallarmé – en su libro Degeneración: “Si el lector no entiende in-mediatamente este encadenamiento de palabras oscuras, que no se detenga a descifrar el enigma. Más adelante traduciré el balbuceo de este débil de espíritu en la lengua comprensible de los hombres sanos.” (1894). Max Nordau tiene un futuro. En este presente de profesores. Tienen la misma vocación higiénica.

Si seguimos la línea de Marchal, el Dr. Evans le asignó una renta, Manet la puso en una tela, y Mallarmé en poemas y misivas, a Méry Laurent.

Villiers fue una amistad: cuando Mallarmé escribió su conferencia sobre Villiers De L’Isle Adam, la representó, primero, ante su mujer, su hija Geneviève y dos amigos, y ellos “la siguieron con el sentimiento de no perderse ni una palabra”. La iglesia ma-llarmeana se sacude: ¿qué hace este Swift contando así la agonía de su amigo a esta cocotte que Manet pintó en 1882? Mallarmé no pedía permiso, sabía con precisión la clase de lector que hay en un Literato que sólo puede escribir tantas líneas a la semana y encima revisadas por el jefe de reseñas: ¿qué se puede esperar de un tipo que no sabe apreciar a Rodin?: falta de delicadeza, estupidez.

Méry, a veces, soñaba con la literatura, él respondía: “De qué me hablas, palomita; te molestan mis cartas y quieres literatura. No hago (…)”

“La mujer esa eterna ladrona”.

Ardor luminoso de la alegría, la gracia del mobiliario del siglo XVIII, o los acordes de Haydn: Stéphane Mallarmé.

1.- Stéphane Mallarmé: Cartas a Méry Laurent, ediciones Leviatán, Buenos Aires, 2004.

 

 

 

 

De amor y política

Por José Enrique Ema

Foto: Rodney Smith

Foto: Rodney Smith

Lo difícil no es aceptar nuestra vulnerabilidad, que no somos omnipotentes y que no podemos con todo (algo de lo que tenemos noticia habitualmente). Lo verdaderamente complicado es hacerse cargo de que a veces somos capaces de todo, que una intensidad infinita parasita y desborda nuestra finitud y no podemos quitárnosla de encima diciéndonos que es sólo una ficción construida. Que la verdad tenga estructura de ficción no permite evitar que hable apasionadamente en nuestro cuerpo descuidando incluso cualquier equilibrio apaciguador o placentero. Y no se trata tanto de escucharla para hacerse un saber, sino de construir sus consecuencias para hacerse un sujeto.

Ella tenía colillas de invierno en los ojos

Por Victor Pasco

Victor Pasco

Tu voz. Tus voces / Tu rostro. Tus rostros.

Vienes a mí con tus mil disfraces; eres la serpiente, la manzana, la locura hecha cápsula que se diluye en mi estómago a la hora en que el cemento deja de quemar y las criaturas atormentadas vagan por el mundo en busca de un instante de paz.

Vienes a mí y yo soy solo un cadáver. Un rinoceronte en descomposición que es presa de las viejas aves de rapiña. Solo eso, un esqueleto a tu disposición: nunca iré a ninguna parte.

Y sin embargo estoy yéndome en la marea que se acrecienta. Estos ríos nunca saben cuándo es suficiente y tú tampoco lo sabes. Si pudieras salirte de mi cabeza, dejarme solo y no hablar más. Pero sigues ahí, hablando tan fuerte y coherentemente que no me dejas otra salida que no sean los somníferos.

¡Mayday!, ¡Mayday! Estamos cayendo, tenemos un ala rota y estamos en picada. ¡Maydar! ¡Mayday!

El día hace un sonido perturbador al chochar con la noche. Y la luna y el sol se encuentran un instante en medio de esta estación perdida que no lleva a ninguna parte. Y las estrellas desorientadas ofrecen su mejor luz. Y en medio del choque alguien canta, alguien deja salir al demonio que lleva dentro y es puro color en medio de la nada…

Y las voces siguen su parloteo en mi cabeza. Siempre en el mismo tono demandante. Ahora que saben dónde debo cortar, dónde debo dejar caer la navaja, han aumentado sus reclamos.

¡Mayday! Estamos cayendo….

Vienes a mí y yo ya tengo el cañón en la boca. Eres la manzana loca que luego del primer mordisco me abandona en una ciudad perdida al sur del primer pecado y al oeste de la primera experiencia sexual a los trece años…

Vienes a mí y bailamos con las ninfas antes de su sacrificio. Coincidimos con Dionisio al destapar todos los pecados. Sin duda eres mi séptimo sello, el final de los buenos tiempos. Y sin embargo cuando me miras a los ojos te creo, creo que todo lo que dices es verdad.

¡Mayday! Nos estrellamos…

Retraduciendo “Una tarde”, de Samuel Beckett. (Dossier Traducción)

Introducción de Zacarias Marco

Samuel-Beckett

 “Un soir” guarda una obvia relación con “Mal vu mal dit”. El primero fue escrito en el otoño de 1979, la entrega del segundo al editor es de diciembre de ese mismo año. Podríamos entender “Un soir” como un primer boceto o, quizás, de un texto germinal, inspirador del evolucionado y complejo tratamiento que terminaría convirtiéndose en “Mal vu mal dit”, uno de los tres textos más extensos de la última prosa de Beckett, junto con “Compagnie” y “Worstward Ho”. Pero esta lectura corre el peligro de disminuir su importancia, algo que sería, creo, un grave error. “Un soir”, “Una tarde”, es, por derecho propio, uno de los textos más impresionantes de Beckett. Una miniatura que alberga una riqueza y una belleza insospechada. Debo este descubrimiento a Antonia Rodríguez Gago, gran beckettiana y traductora de varios de sus textos, avalada incluso por el propio autor. Pero no leí primero su traducción al español sino el texto en su versión inglesa, “One evening”, versión que escribiera el propio Beckett en el otoño de 1980. Durante muchos años fue ésta mi lectura, un texto que contiene alguna de mis frases favoritas de Beckett. Cuando, finalmente, leí la traducción de Antonia me pareció muy buena, pero que quizá podría mejorarse. Eso intenté. Va por delante que si hubiera partido de cero mi traducción sería con seguridad notablemente peor que la suya.

Se deduce de esto que la razón por la cual emprendía la tarea, sobre la base del texto de Antonia, fue el sentimiento de una inadecuación, esto es, me sentí concernido por esa herida siempre presente en Beckett de la imposibilidad de la elección correcta. No pudiendo hacerla, se trataba de escoger la mejor entre las opciones posibles. Me pareció que para alguna frase del texto, al final fueron una de cada tres, podría haber una mejor opción. Excepcionalmente hubo una corrección que afectaba a la comprensión de la frase. Ocurrió con “Any flower wide of her course she reaches sidelong”, que Antonia tradujo, creo que erróneamente, por: “Coge inclinándose de costado cualquier flor a lo largo del camino”. Yo preferí traducir por: “Que una flor aparece alejada de su trayecto se desvía a por ella” recuperando tanto el ritmo como el sentido del francés original: “Qu’une fleur paraisse à l’écart de son trajet elle y va de biais”. Hubo otra corrección al sustituir la orientación “Oeste-Norte-Oeste” por la más admitida “Oeste Noroeste”.

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Entrevista a Claude Riehl (Dossier Traducción)

Introducción

Claude Riehl, escritor francés.

Por Hugo Savino

Claude Riehl-Arno Schmidt

“Termino mañana al mediodía (¡y sí!) La traducción de una de las cosas más chifladas que Arno Schmidt haya escrito alguna vez: Kafff, itou Mare Crisium. (El título absolutamente imposible, cambiará para la publicación). Meses de túnel con la cabeza gacha bien a fondo. Por fin espero convertirme en un humano (hacia las 14 horas).”

E-mail de Claude Riehl a Bernard Heopffner

«Entonces se trata exactamente, no de decir en francés lo que Arno Schmidt había dicho en su lengua, sino más bien de hacerle al francés lo que Arno Schmidt le había hecho a la lengua alemana.”

Stéphane Zékian: Homenaje a Claude Riehl.

Claude Riehl (22 de diciembre de 1953- 11 de febrero de 2006) fue un gran traductor francés. Un escritor francés. Traducía del alemán al francés. Tradujo de manera notable a Arno Schmidt, pero también a Oskar Panizza, Albert Ehrenstein, Joseph Roth, Melchior Vischer, entre otros. Escribió un libro fundamental sobre Arno Schmidt, una obra genial y absolutamente insoslayable para los lectores de Arno Schmidt: Arno Schmidt à tombeau ouvert. Un libro que es una perla que ningún mar se tragará. Una obra maestra de la literatura francesa. Un poco del calificativo obra maestra para tentar, para introducirlo. Me aburrí de hablar con editores para que traduzcan este libro. Ninguno se interesó. Amagos, intenciones, después el olvido, la falta de interés. Por ahora este libro le faltará al español. Bernard Hœpffner lo dijo blanco sobre negro: “Si Claude hubiera vivido un poco más, sin duda habríamos terminado por entender un poco mejor hasta qué punto traducir es escribir, hasta qué punto es hacer como si uno fuera el doble de otro, es un poco también intentar creer que uno está en cuerpo y alma al servicio de algún otro que no sea uno mismo.” Claude Riehl escribió Arno Schmidt como Henri Meschonnic dice Escribir Hugo. La obra de Claude Riehl está activa, sus entrevistas son envíos de literatura, una fuerza que trastoca los lugares comunes sobre el traducir, sobre escribir, sobre el lenguaje y el poema. Esta entrevista en Trazo freudiano es el inicio de una serie consagrada al arte de Claude Riehl.

Entrevista a Claude Riehl

realizada por Pierre Pachet[1]

Arno Schmidt-Soir bordé d’or

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