Por José Milmaniene
La obra de Sigmund Freud ejerce un notable e incesante efecto de producción, caracterizada por una fecunda intertextualidad, a partir de lúcidas importaciones conceptuales de otros campos del saber.
Cuando se logran articular logradamente los geniales aportes de Freud, con las ideas de pensadores tales Walter Benjamín, Emmanuel Levinas, Giorgio Agamben, Franz Rosenzwaig, Georges Didi-Huberman entre otros, surgen reveladores textos como el de Martin Uranga.
Este libro es la expresión de un psicoanalista que despliega su escritura como testimonio tanto de su compromiso clínico con los axiomas cruciales de la teoría freudiana, como de su fidelidad sin concesiones a los mandatos éticos monoteístas, fundamento de todo progreso en la espiritualidad
En este sentido, Uranga retoma la filiación judía del pensamiento freudiano, que otorga primacía a la exterioridad del Otro de la Ley, que nos conmina al abandono de los goces materno-incestuosos sin otredad, para inscribirnos así en la ética de la sublimación.
Por eso insiste en que se deben trascender las recaídas neopaganas –que sostienen la nadahabitada por los objetos de goce- para sostener sin concesiones el vacíopoiético, inherente al régimen de las diferencias simbólicas, que emanan de la figura del Padre Muerto.
De modo que Uranga despliega en distintos planos conceptuales – clínicos, sociales, culturales- las secuencias planteadas por Rosenzwaig de Creación– que alude al creacionismo significante-; de Revelación–ligada en la práctica psicoanalítica al develamiento de la verdad del deseo inconsciente- ; y de Redención – a través de la reparación del universo simbólico por la palabra.
comentarios recientes