Un nuevo amor . Comentario al libro de Mercedes de Francisco

Por Ani Bustamante

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“Un nuevo amor” no es un libro que pretenda una unidad, más bien se nutre de lo fragmentario, para producir en el lector acontecimientos que no podrían llegar a nacer si la pretensión fuera completar y cerrar una idea sólida.

La autora nos ofrece una mirada que pasa por Wong Kar Wai, Lars Von Trier, la escritura de Borges, Tolstoi, M. Duras, para tocar el amor. Un amor que no pase por el significado, que, siguiendo a Lacan se teja en la urdimbre de la letra para poner el énfasis en el rasgo, en aquello que está por fuera del sentido y que desde ese lugar produzca la contingencia del encuentro.

El libro de Mercedes de Francisco transcurre en una frontera que caracteriza aquellos textos que nos devuelven un afuera, una otredad que despliega el adentro del psicoanálisis, evitando su clausura. Esta otredad se pone de manifiesto en el diálogo que establece con el cine y la literatura, con lo cual, el libro se desplaza en los bordes del psicoanálisis, en un esfuerzo de la autora por escribir algo de eso “nuevo” en el amor. Quizá haya que apelar más que nunca a aquello que no está anclado en los viejos cimientos de lo nombrable y domesticado por el significante y sus articulaciones paternas. Este nuevo amor que como Mercedes dice “es un nuevo amor, no un amor nuevo” que atraviesa otra lógica. Un amor que es quizá también un acontecimiento de borde, o de litoral, entre lo imposible de la relación sexual, y la posibilidad de un decir amoroso (poético).

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El sexo, el amor y la muerte. Nuevo libro de José Milmaniene

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Este libro trata de la búsqueda del objeto ausente que colme, en tanto figuración del amor edípico inolvidable, todos los deseos y repare todas las heridas. De modo que, en determinadas circunstancias –signadas por el determinismo azaroso de lo Real–, el ausente adquiere un rostro y un nombre, y con él que se entablan vínculos caracterizados tanto por la dimensión sublime del amor como por el goce letal de las pasiones. Aquí se despliegan las vicisitudes de estos singulares encuentros entre los cuerpos del deseo –destinados a las pérdidas y a los duelos– que configuran verdaderos campos de batalla ente el verbo que es promesa y la carne que es destrucción. Se exponen, así, los conflictos entre la dimensión simbólicamente estructurante de la sexualidad, que genera lenguajes, intercambios y pactos; y la desestructurante, inherente a la dimensión letal del orden pulsional. 
En estas páginas se trabaja el vínculo indisociable entre el deseo el amor y la muerte, en temas como la moda, la prostitución, el matrimonio, el teatro, la religión, el Padre, la Ley y la cura. José E. Milmaniene produce una interesante articulación entre el discurso psicoanalítico y otros campos del saber a partir de autores como Walter Benjamin, Giorgio Agamben, Jacques Derrida, Slavoj ŽZizek, Massimo Recalcati, Jean-Luc Nancy y Georges Didi-Huberman, entre otros.
Se trata, pues, de un texto que transmite con claridad la trascendencia del nombre teórico de castración, que da cuenta de todos los avatares y las vicisitudes de las diferentes condiciones existenciales y estructuras psicopatológicas, que derivan en última instancia de la tensa imbricación de la libido con la pulsión de muerte.

Ficha de Libro

El amor y el malestar.

¡Por fin! Ahora sabemos donde se encuentra el amor romántico.

Por Andrea Amendola

2706350Actualmente circula en diversas revistas de interés general los estudios que Helen Fisher viene realizando sobre el amor romántico.Helen Fisher, antropóloga y directora del departamento de Investigación de la Universidad de Rutgers, en New Jersey (Estados Unidos), ha dedicado su vida a analizar la neurobiología del amor. Según su teoría, existen tres sistemas cerebrales relacionados con el amor que interactúan entre sí: el impulso sexual, el amor romántico y el cariño o apego tras una larga relación.

A partir de esta premisa, en 1998 inició una investigación con un grupo de 32 personas que declaraban estar enamoradas a las que se les hizo una resonancia magnética para ver qué conexiones se producían en el cerebro; 17 de ellas decían ser correspondidas y 15 habían sido rechazadas. Entre las que estaban enamoradas hallaron actividad en la zona tegmental ventral del cerebro, que produce dopamina, y en el núcleo caudado. Ambas zonas forman parte del sistema básico de recompensa, que se asocia con la motivación por conseguir unos objetivos. «El área de la zona tegmental ventral en la que encontramos actividad es la misma que se activa cuando la persona experimenta el llamado subidón de la cocaína», ha explicado.

Esto indica que «el amor romántico no es una emoción, sino que es un impulso, una necesidad fisiológica del ser humano».

Dopamina y rechazo

Entre las quince personas que habían sido rechazadas encontraron actividad cerebral en el área del mismo sistema de recompensa: en parte del núcleo accumbens, que se relaciona con las conductas adictivas (como las apuestas), en la corteza insular, que se asocia con el dolor físico, y en la corteza órbito-frontal lateral, relacionada con los pensamientos obsesivos. Esto explicaría por qué algunas personas siguen enamoradas a pesar de haber sido rechazadas ya que estas áreas siguen perteneciendo al sistema de recompensa, en el que actúa la dopamina. «A pesar de no recibir lo que uno quiere la dopamina sigue trabajando».

Según Fisher, algunos de los mecanismos que se activan en el enamoramiento son iguales en hombres y mujeres, como el núcleo caudado y el área tegmental ventral. Sin embargo, existen diferencias.

«En hombres hemos encontrado más actividad en parte del lóbulo superior, que se asocia con la integración de los estímulos visuales, mientras que en las mujeres, las áreas que entran en juego se relacionan con la memoria y los recuerdos». Además, ha añadido que las actividades cerebrales que se producen cuando se está enamorado sólo suceden una vez en la relación de pareja, pues «a lo largo del tiempo el amor se va convirtiendo en cariño y apego».

Por otra parte, Helen Fisher ha explicado por qué se dice que el amor es ciego. «Cuando estamos enamorados un área del cerebro se desactiva». Es una parte de la amígdala cerebral, que se relaciona con el miedo. Por eso «no vemos los aspectos que no nos gustan y aceptamos el resto».

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