DEVENIR NIÑO*

 El niño, así como el filósofo, nos presenta la dimensión de apertura de la vida, un nuevo inicio se abre con cada pregunta que ambos: filosofo y niño producen. La infancia es apertura hacia lo nuevo, hacia lo que aun no tiene nombre, y en ese asombro empieza a rodar la vida, el deseo y la ilusión. No sin angustia iniciamos el relato, balbuceando una lengua extraña, que nos resuena en el cuerpo con sus partículas sonoras, aun indescifrables.

La vida latiendo, sonando, rugiendo. El niño en puro asombro abre la boca tomado por la sorpresa de lo nuevo…

Había una vez… y otra, y otra. Y en cada vez, un hilo que nos ayuda a tejer la trama. A su vez, los cuentos infantiles ponen en evidencia La eterna repetición de un nuevo comienzo, (lo que se repite es la diferencia) y esto nos lo enseñan los niños, en tanto inauguran en carne propia una vida aun con pocas codificaciones y sobredeterminaciones.

Pienso la infancia como una etapa de desarrollo por la que todos hemos pasado y cuyo recuerdo inventamos-narramos constantemente, pero también la pienso como una geografía, como una zona en la que podemos situarnos. Es en este punto en el que la literatura puede ser absolutamente imprescindible, en tanto a través de sus tránsitos y flujos nos lleva a la experiencia de apertura de zonas nuevas.

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Homenaje a M. Duras (Lacan 1965)

Por Ani Bustamante

Empecé a leer el Arrebato de Lol V. Stein hace unos 15 años, muy entusiasmada por el hallazgo de una escritura que subvertía el orden clásico. Sus fragmentos me causaban, al comienzo, una suerte de vértigo que empujaba a más, sin embargo la lectura se me fue haciendo cada vez más cuesta arriba, la angustia aumentaba junto con la desorientación y, hacia la mitad abandoné la novela. Efectivamente, quedé perdida y no pude sostener ese “no saber quien es quien” que arma nudos y texturas constantemente en el texto.

Luego de haber dejado inconclusa la lectura, pasó algún tiempo (no serán 10 años) hasta que llegó a mis manos “Escribir”, un texto pequeño de M. Duras, lo leí casi embriagada, raptada porque ponía en acto aquello que dice Lacan en su Homenaje: “Que la práctica de la letra converja con el uso del inconsciente”, la letra de Duras roza lo imposible, gira alrededor de él:

“un libro abierto también es la noche”

Llega ahora el momento de reanudar el Arrebato, mediada por Lacan.

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Entre filosofía, psicoanálisis y arte. Conversación con Ani Bustamante.

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Libertad bajo palabra es un programa de radio de la universidad Antonio Ruiz de Montoya  conducido por Arturo Sulca y producido por Michael León. Hace unos días me entrevistaron y quedé gratamente sorprendida por encontrar un espacio así de rico, complejo y abierto, que apuesta por recorrer los saberes y sus bordes, sin temor a la marginalidad de aquello que no ha sido etiquetado por la academia, sino, más bien, sustrayendo de ese lugar, la palabra libre, que nos da siempre la posibilidad de recrearnos.

En esta emisión conversamos sobre Fernando Pessoa, Chabuca Granda, y otros «acontecimientos» que convocan mis pasos desde hace ya muchos, muchos, años. Cito un fragmento del programa:

“Pessoa, en su búsqueda de sentido para las sensaciones, descubre las grietas en la representación y la incapacidad estructural del sujeto para tener un conocimiento directo del mundo. La escritura de Pessoa puede entenderse como una suplencia del “nombre del padre” que opera sujetándolo ante la problemática de unos goces vertiginosos con la nada, la melancolía y el no-ser. Pessoa hace síntoma en la escritura, en ella crea otredades, divisiones, intervalos. Juega, despersonalizándose, a construir algo ahí en donde hay un vacío. Es decir, a través de la escritura se las arregla con el vacío asumiendo la falta estructural del sujeto y en ella hace obra.

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Resonancias adolescentes

Por Ani Bustamante

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fotograma de «Los 400 golpes». F. Truffaut

Muchas veces a la deriva y sin cadenas, el adolescente se encuentra en medio de escombros significantes, en ese lugar de umbral en el que los viejos nombres no cubren el despertar y su desasosiego, y lo nuevo no es aun conjugado con lo imposible de significar que adviene. Tiempo de salir de la casa paterna y abrirse al Otro social, no sin transitar por un incierto intervalo por el que resuenan los ideales y sus declinaciones. Lo que transita no cabe en el cuerpo del lenguaje, ni en el espejo que ahora parece opaco y hace evidente ese agujero en la representación que lo lanza al exilio. Exilio de la lengua que sin embargo puede ser también la posibilidad de un reanudamiento a través de la letra (La adolescencia en Rimbaud es paradigmática, pero no menos las versiones actuales a través del hip hop, como bien señala Lacadée)
Si el saber ya no se ampara en las garantías del Otro de la infancia, el adolescente transita entre la crisis de las identificaciones, los temblores pulsionales y la falta que puede traducirse en exceso de referentes. Lacadée deja clara la necesidad que tiene el adolescente de encontrar “el lugar y la formula”¹ a través de un vagabundeo que, a modo de acto, refleje el intento de separarse de los determinismos de un mundo colapsado, y la necesidad de fundar un nuevo lugar.
En este sentido, la famosa frase de Benjamin me deja sus resonancias:
“Importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere aprendizaje. Los rótulos de las calles deben entonces hablar al que va errando como el crujir de las ramas secas”

Nuevos signos se revelan a un cuerpo en el bosque naciente, y se advierte la necesidad de encontrarse con la pérdida. La relativización de los ejes gramaticales descolocan al lenguaje como centro de gravedad y colocan la experiencia de la lalengua como posible punto a partir del cual orientarnos.
Deleuze, el filósofo de las líneas de fuga y la multiplicidad, propone al ritornelo como aquello que propicia el paso de un territorio al otro, produciendo el movimiento mismo de la vida.
“Un niño en la oscuridad, presa del miedo, se tranquiliza canturreando. Camina, camina y se para de acuerdo con su canción. Perdido, se cobija como puede o se orienta a duras penas con su cancioncilla. Esa cancioncilla es como el esbozo de un centro estable y tranquilo, estabilizante y tranqulizante, en el seno del caos”². Es muy posible que el niño, al mismo tiempo que canta, salte, acelere o aminore su paso; pero la canción ya es en sí misma un salto: salta del caos a un principio de orden en el caos, pero también corre constantemente el riesgo de desintegrarse.
Siempre hay una sonoridad en el hilo de Ariadna. O bien en el canto de Orfeo

El canturreo, ritornelo, como maneras de hacer en el exilio, de reanudar la marcha, como bien dice Lacadée: “La música a la que algunos se enganchan y que viene a anudar, como suplencia, lo que no puede decirse”³

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¹ Rimbaud en «Vagabundos»: «…y así vagábamos, alimentados con el vino de las cavernas y la galleta del camino, yo apremiado por encontrar el lugar y la fórmula.»

² Deleuze, G y Guattari, F. Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia, 2004 Valencia, Pre-textos, 322.

³ Lacadée, Philippe, El despertar y el exilio, 2010, Gredos

Un nuevo amor . Comentario al libro de Mercedes de Francisco

Por Ani Bustamante

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“Un nuevo amor” no es un libro que pretenda una unidad, más bien se nutre de lo fragmentario, para producir en el lector acontecimientos que no podrían llegar a nacer si la pretensión fuera completar y cerrar una idea sólida.

La autora nos ofrece una mirada que pasa por Wong Kar Wai, Lars Von Trier, la escritura de Borges, Tolstoi, M. Duras, para tocar el amor. Un amor que no pase por el significado, que, siguiendo a Lacan se teja en la urdimbre de la letra para poner el énfasis en el rasgo, en aquello que está por fuera del sentido y que desde ese lugar produzca la contingencia del encuentro.

El libro de Mercedes de Francisco transcurre en una frontera que caracteriza aquellos textos que nos devuelven un afuera, una otredad que despliega el adentro del psicoanálisis, evitando su clausura. Esta otredad se pone de manifiesto en el diálogo que establece con el cine y la literatura, con lo cual, el libro se desplaza en los bordes del psicoanálisis, en un esfuerzo de la autora por escribir algo de eso “nuevo” en el amor. Quizá haya que apelar más que nunca a aquello que no está anclado en los viejos cimientos de lo nombrable y domesticado por el significante y sus articulaciones paternas. Este nuevo amor que como Mercedes dice “es un nuevo amor, no un amor nuevo” que atraviesa otra lógica. Un amor que es quizá también un acontecimiento de borde, o de litoral, entre lo imposible de la relación sexual, y la posibilidad de un decir amoroso (poético).

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S. Freud y S. Zweig: «La invisible lucha por el alma»

Por Ani Bustamante

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Leer la correspondencia entre Freud y Zweig, representa la recuperación de un género casi olvidado y, podríamos pensar que, dejado de lado al compás del declive de la función paterna.  Empiezo a dibujar, en la siguiente reflexión, las relaciones entre esta función paterna -con sus ejes fálicos- y lo femenino, para abrir la pregunta por  el lugar del padre, la letra y la escritura con ese Otro goce llamado femenino.

Freud y Zweig mantuvieron por 21 años una intensa correspondencia marcada por la admiración, la reverencia y el reconocimiento de los dones fálicos. Cada carta acompaña una escena histórica conmovedora. Así, el tiempo del trascendental hallazgo psicoanalítico, es también el tiempo de la celebración poética en la escritura de Zweig. La pluma de ambos avanza, entre los pliegues del inconsciente, en la búsqueda de un ideal de claridad (Freud) y de una narrativa que beba insaciable del descubrimiento de la psique freudiana (Zweig).

Ambos sabían de que el trabajo fundamental del ser humano es el del inconsciente,  el cual se desplaza, deambula entre el sentido, escribe, no cesa de escribir, busca un destino, una correspondencia. Es así que podemos ver en la relación epistolar Freud-Zweig una puesta en acto del trabajo del inconsciente, leer sus cartas es asistir a este trabajo, que implicará transferencia, intercambios (ambos se enviaron cada una de sus obras, y las leyeron con apasionada entrega), y, como herencia cartesiana, la búsqueda de claridad. Freud escribe en carta del 14/4/1925:

“usted sabe ajustar tanto la expresión al tema que sus más finos detalles se tornan accesibles”

Evidentemente, la búsqueda de claridad en Freud no es correlativa a la que ronda en estos tiempos de reflectores, pues si bien Freud buscó claridad, lo hizo alumbrando a la manera de la intermitente luz de las “luciérnaga”(1), sabiendo de ese destello evanescente que enmarca la oscuridad, mientras en nuestros tiempos la luz de los reflectores (negación de las luciérnagas) anula el lugar de lo íntimo y opaco.

Freud tuvo que abrirse camino entre el paradigma científico, por un lado, la religión y moral burgueses de su época, por otro; la dirección que le daba el faro de su pluma, le permitió abrir la pregunta por la sexualidad, el misterio de lo femenino, y las coordenadas fálicas. El encuentro de Freud con la literatura puede pensarse, también, como el encuentro con aquello que permita la construcción de un borde que nos haga saber de un lugar imposible de definir claramente, un territorio femenino evocado en las exploraciones del inconsciente freudiano. A pesar de la evidente lógica patriarcal que atraviesa esta correspondencia, podemos ver sus intermitencia gracias a la letra, la carta, la literatura que, junto con la histeria y el enigma de la sexualidad, fueron las herramientas con las que Freud nos dejó la señal para ubicar allí lo femenino. El encuentro con el Otro sexo evidencia la oscuridad -como condición de posibilidad de la “supervivencia de las luciérnagas»-, evidencia la existencia de  ese goce opaco, que constituye fuente poética, en este caso para la pluma de Freud y Zweig.

Si algo admiro en Freud es esa capacidad de tejer luz y opacidad, esa intimidad que nos acompaña cuando lo leemos. Ese placer que destilan sus cartas

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1.- Extraigo esta metáfora del trabajo de Georges Didi-Huberman en su libro: “Supervivencia de las luciérnagas

Los sonidos de eros, entrevista de Lima en Escena

Hoy, 3 de septiembre, se celebra el nacimiento de Chabuca Granda. Volveré a transitar sus calles, puentes y alamedas,  en esta ocasión de la mano de Rosana López Cubas de Lima en Escena , quien hace un par de años me realizó la entrevista que transcribo, con gratitud, aqui:

Ani Bustamante

Ani Bustamante: “Chabuca convirtió en poesía todo aquello que era discriminado por el discurso patriarcal”

Autora del libro “Los sonidos de Eros, un recorrido por la obra de Chabuca Granda”, nos habla sobre este interesante “jam sesión”

Su música, su baile, su canto, la nutrió desde niña, en el hogar familiar, en donde Chabuca Granda trascendía a través de sus poéticas y seductoras canciones las cuales eran celebradas con algarabía en esta morada. Si bien todo el arte de nuestra gran compositora la tenía seducida, embriagada, es a partir de su condición de extranjera en España, mientras realizaba su doctorado en psicoanálisis que Ani Bustamante retoma inconscientemente este entrañable vínculo, este diálogo con la autora de “La flor de la canela”, para aproximarse e interpretar, desde su particular mirada, parte de su valioso legado poético.

Así, y fruto de este reencuentro nace: “Los sonidos de Eros, un recorrido por la obra de Chabuca Granda”, poético y excelente ensayo, una sesión musical o un “jam sesión”, como bien lo define la autora, que destaca su problemática contemporánea como el amor, la sexualidad y el mestizaje. Al respecto Lima en Escena entrevistó a la autora.

-Ani, nos gustaría saber sobre tu relación con Chabuca Granda. ¿Cómo surge este vínculo con la poeta, la compositora, la intérprete…?

-Chabuca Granda fue figura central en la vida de mi familia. Su música fue como el nudo que entrelaza varios hilos sueltos, las primeras huellas de disfrute, de baile, de canto, llevan su marca. Sin embargo, “este” vínculo con ella, el íntimo de la escritura, surgió siendo extranjera en España, allí la reencontré y recién allí fui consciente de la manera como había marcado mi vida

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Pokémon Go, ese virtual objeto…

pokemon go

Voltear por una esquina y encontrarse con una criatura extraña dando brincos del otro lado de la acera, reconfigura la noción misma de paseo en la actualidad. Nos toca pensar, entonces ¿qué es pasear? ¿qué representa perderse en una ciudad? (parafraseando a Walter Benjamin) Las coordenadas del deseo, así como la idea de «encuentro» y «novedad», sufren un giro vertiginoso. Les dejo una entrevista que me hicieron hace pocos días en el programa Presencia Cultural para seguir merodeando a partir de estar preguntas, a la caza de una reflexión posible:

Cuando la mirada muerde

Por Ani Bustamante

“la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”

(Alejandra Pizarnik)

Foto: Amparo Garrido, colección «SOY TU»

Hace unos días se llevó a cabo en Lima la feria de arte “Art Lima”, la puesta en escena llevaba toda la parafernalia del “mercado” del arte, lo cual resulta interesante para una paseante como yo, que busca pescar un signo que convoque la mirada. Esto ocurrió, en medio de ese exceso contemporáneo y sus pliegues, en medio de la pose naif de aquellos que van a la caza del nombre, la imagen y el status.

Hay que poner en marcha una resistencia, poner el ojo en el margen o como diría Eva Lootz: «en el rabillo del ojo se ve lo que está a punto de aparecer»¹

Allí, resistente e intempestiva, un signo convocó mi mirada, fui mordida. Comunión entre obra y sujeto, alquimia del deseo que no se da sin transformación subjetiva.

Algo me mira, descubro esos ojos. No son mios, son Otros, lejanos e íntimos.

Las ferias de arte están afectadas, que duda cabe, por el goce de la época, allí la mirada se multiplica en un juego que parece no saber de limites. La mirada lo quiere todo, mira todo, y todo, como pretensión absoluta, es una mentira. Los sujetos posmodernos se ofrecen como vitrinas para ser mirados, mirando. El objeto arte es un medio para que este juego de espejos tenga lugar. Quiero que me miren mirar arte. Esto nos lleva a constatar que cuando de mirada se trata, lo relevante no está en el hecho mismo de mirar algo, sino por el contrario, en el hecho de ser mirados por ese objeto. Eso nos mira, he ahí la potencia de la obra de arte. Somos capturados por un pedazo de mundo que nos es imposible definir con categorías racionales, somos capturados por un agujero en la representación, cuya potencia revela una existencia que no se reduce, ni se reducirá jamás, a ser medida o contabilizada.

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El amor y el malestar.