Por Ani Bustamante
Leer la correspondencia entre Freud y Zweig, representa la recuperación de un género casi olvidado y, podríamos pensar que, dejado de lado al compás del declive de la función paterna. Empiezo a dibujar, en la siguiente reflexión, las relaciones entre esta función paterna -con sus ejes fálicos- y lo femenino, para abrir la pregunta por el lugar del padre, la letra y la escritura con ese Otro goce llamado femenino.
Freud y Zweig mantuvieron por 21 años una intensa correspondencia marcada por la admiración, la reverencia y el reconocimiento de los dones fálicos. Cada carta acompaña una escena histórica conmovedora. Así, el tiempo del trascendental hallazgo psicoanalítico, es también el tiempo de la celebración poética en la escritura de Zweig. La pluma de ambos avanza, entre los pliegues del inconsciente, en la búsqueda de un ideal de claridad (Freud) y de una narrativa que beba insaciable del descubrimiento de la psique freudiana (Zweig).
Ambos sabían de que el trabajo fundamental del ser humano es el del inconsciente, el cual se desplaza, deambula entre el sentido, escribe, no cesa de escribir, busca un destino, una correspondencia. Es así que podemos ver en la relación epistolar Freud-Zweig una puesta en acto del trabajo del inconsciente, leer sus cartas es asistir a este trabajo, que implicará transferencia, intercambios (ambos se enviaron cada una de sus obras, y las leyeron con apasionada entrega), y, como herencia cartesiana, la búsqueda de claridad. Freud escribe en carta del 14/4/1925:
“usted sabe ajustar tanto la expresión al tema que sus más finos detalles se tornan accesibles”
Evidentemente, la búsqueda de claridad en Freud no es correlativa a la que ronda en estos tiempos de reflectores, pues si bien Freud buscó claridad, lo hizo alumbrando a la manera de la intermitente luz de las “luciérnaga”(1), sabiendo de ese destello evanescente que enmarca la oscuridad, mientras en nuestros tiempos la luz de los reflectores (negación de las luciérnagas) anula el lugar de lo íntimo y opaco.
Freud tuvo que abrirse camino entre el paradigma científico, por un lado, la religión y moral burgueses de su época, por otro; la dirección que le daba el faro de su pluma, le permitió abrir la pregunta por la sexualidad, el misterio de lo femenino, y las coordenadas fálicas. El encuentro de Freud con la literatura puede pensarse, también, como el encuentro con aquello que permita la construcción de un borde que nos haga saber de un lugar imposible de definir claramente, un territorio femenino evocado en las exploraciones del inconsciente freudiano. A pesar de la evidente lógica patriarcal que atraviesa esta correspondencia, podemos ver sus intermitencia gracias a la letra, la carta, la literatura que, junto con la histeria y el enigma de la sexualidad, fueron las herramientas con las que Freud nos dejó la señal para ubicar allí lo femenino. El encuentro con el Otro sexo evidencia la oscuridad -como condición de posibilidad de la “supervivencia de las luciérnagas»-, evidencia la existencia de ese goce opaco, que constituye fuente poética, en este caso para la pluma de Freud y Zweig.
Si algo admiro en Freud es esa capacidad de tejer luz y opacidad, esa intimidad que nos acompaña cuando lo leemos. Ese placer que destilan sus cartas
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1.- Extraigo esta metáfora del trabajo de Georges Didi-Huberman en su libro: “Supervivencia de las luciérnagas
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