La herencia francesa de Jack Kerouac

Por Hugo Savino

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La gran noche americana sigue cayendo, más roja y oscura según va pasando el tiempo. No hay ninguna patria. (Jack Kerouac)

Jack Kerouac habló de su sueño: poder señalar desde su mecedora un largo estante de libros todos escritos por él como las novelas entrelazadas de la Comedia Humana. (Gerald Nicosia)

La imagen del beatnik o del rey de los beatniks, o la del “portavoz generacional”, o la del reaccionario, se va agotando. Sólo es un estandarte de los no lectores de Kerouac. O de sus difamadores. Que insisten. En el bosque de los lugares comunes. La idea de generación tampoco sirve para leer a Jack Kerouac. Sólo sirve para atarlo a su época, a los tocos de sentido de su época. Además ya había zafado de esa prisión. Balzac le hizo de escudo. Lo protegió. Ahora queda más claro que este hijo de obreros francocanadienses inmigrantes, que se educó en el joual, y que recién habló ingles a los seis años, tiene una fuerte herencia francesa. Escribió sus visiones en este inglés:

El motivo de que maneje las palabras inglesas con tanta facilidad es que no es mi idioma. Lo rehago para que encaje en imágenes francesas.

Kerouac fue siempre un extranjero en su generación. Un intruso. Un hijo de obreros, que sueña con ponerle a su obra La leyenda de Dulouz, siguiendo el ejemplo de Balzac, no puede ser aceptado por las carmelitas descalzas de la ficción. Too french Jack Kerouac. Un sospechoso – un tipo embarcado en sus ensoñaciones – como su amigo Henri Cru estaba embarcado “en una pérdida sin final”. Kerouac exploró en su inglés todos los pliegues del sueño, desde la ensoñación al sueño cruel, ese que te caga el día, y de ahí al de las grandes sagas que empiezan en alguna Phebe Avenue. “Kerouac decide caminar solo a partir de 1953. Porque sabe que se esclareció por sí mismo, que puede leerse y leer todo, decirse y decir todo. Salir del tiempo.” (Pierre Guglielmina). Estuvo solito tu alma para leer su herencia francesa, escribirla y aceptar que lo transformara. Lo escribió en su Suma del Dharma: “Escribo La Leyenda de Duluoz no para que me alaben, tampoco para que me critiquen. La escribo por la sencilla razón de que me comprometí a hacer el trabajo de la piedad (en la medida en que ningún otro sabe cómo hacerlo) frente a mi Nirvana — Es una enorme construcción de una Catedral no solicitada iniciada por un enamorado del mundo que enseña el fin de todas las cosas.” Proust también construyó su Catedral. Dos constructores de Catedrales. Que escribieron en la urgencia:

El secreto de la escritura está en el ritmo de la urgencia (Jack Kerouac).

Rodeados de sordos, que trataban de humillarlos, que pedían realismo, “estructuras internas” que guíen al lector. Frente a esta intimación de consenso sólo queda la clandestinidad, escribir, “leer y leerse”. Infinitamente.

Fuente: https://entrelazosblog.wordpress.com/2015/02/27/la-herencia-francesa-de-jack-kerouac/

Jack Kerouac: viajero solitario

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Por Hugo Savino

Viajero solitario arranca en la voz. Como todos los libros de Jack Kerouac. Con una ficha introducción del propio Kerouac. Es el año 1960: está obligado a leerse – está solo – sus amigos duermen. Literariamente hablando. Queda la visión de alguna Mardou tejida en el flirt del mal. Alguna Joyce Johnson que lo sabrá leer cuarenta años después. Las mujeres saben leer muy bien a Jack Kerouac. El motivo de este libro es el viaje – solitario. Los trenes, las personas, el misticismo, la soledad hasta el solipsismo, la indigencia, la auto-educación. Los recovecos para ocultarse en la noche industrial norteamericana. La lectura tramada a la vida. La evocación de los libros amados. “Su alcance y su propósito son sencillamente la poesía, o la descripción natural”.

“De lo que habla la escritura de Jack Kerouac es de captar todo lo que está pasando incluso cuando nada parece estar pasando. No habla de un argumento (plot) o de una acción; con pocas excepciones, no habla siquiera de personajes. Habla sobre la percepción. Habla sobre la conciencia, y la mortalidad, y la compasión. Es una meditación sobre la vida.” (Helen Weaver – trad. Mariano Dupont).

Vale la pena repetirlo, para nada: lo que nunca se perdonó, lo que no se perdona, lo que no se perdonará – es la escritura sin argumento, el desacato a esa vaca sagrada llamada plot. Usan la palabra en inglés los cronistas de suplemento que creen que el súmmum del plot son las series de televisión. Kerouac logró novelas que no se pueden contar por teléfono. Sin argumentos. No se pueden filmar. O sólo John Cassavettes puede hacer algo. Kerouac medita en sus novelas como Monk medita en el piano. Pascal era uno de sus héroes. Y si empezamos a pensar seriamente en que el inglés era su segunda lengua, que dejó una nouvelle escrita en francocanadiense llamada La nuit est ma femme, en la que estaba trabajando un mes antes de escribir En el camino (Joyce Johnson), podemos seguir el impulso a Pascal. Y la palabra meditación usada por Kerouac se convierte en una larga frase de muchos libros. Línea francesa: Pascal-Balzac-Proust-Céline.  ¿Mucho? Los angustiados que quieren leer toda la literatura en unos meses dirán que es mucho. Jack Kerouac no retrocede frente a sus visiones alucinadas, les pone voz. Las ve con el oído. Kerouac anota. Todas las novelas de Kerouac salen de su sistema de notas. Escritor de cuadernos y libretas. “Miro mi libretita – y me concentro en las palabras de la  Biblia” – (Viajero solitario). La Biblia, que leyó en francés. Mientras mira a los vagabundos que duermen en “sus lechos de la eternidad”. Hay una eternidad Kerouac, y hay una eternidad Macedonio Fernández. No son la misma eternidad. Inventores de eternidad.

“Leí y estudié solo toda mi vida. En Columbia batí el record de inasistencia a las clases para quedarme en mi cuarto. Escribía una pieza teatral diaria y leía a, digamos, Louis-Ferdinand Céline en lugar de los “clásicos” del curso.” (Viajero solitario).

Y  de repente, se da cuenta de que los compañeros de las complicidades duermen. Como le pasó a Macedonio Fernández. Que se fue a tomar mate solo. Con sus cuadernos. Macedonio Fernández y Jack Kerouac: escritores del exorcismo: “La escritura infinita de Macedonio, todos sus libros, sus cartas, su obra entera, tiene algo de exorcismo por el cual un hombre escribe sin parar un interminable texto porque teme que, si deja de hacerlo se le escapará la Eterna, como se le escapó Elena al amante esposo Macedonio una noche de 1920 o se irá Consuelo a la que ahora tiene” (Álvaro Abos, Macedonio Fernández, la biografía imposible). Como se le escapó Mardou. Y Kerouac pone a sus Mardou en su escritura infinita. (Y las eternizó.) A sus vagabundos, a sus trenes, a esos ferroviarios que pasan. Va ligero como un fantasma por las colinas de San Francisco. Mira un zaguán y lo inventa Dickens: “el zaguán moteado de polvo en el viejo Lowell Dickens de ladrillo de 1830.” Anota los silencios del día. Los silencios del lenguaje. Todo Jack Kerouac es una larga rememoración de lo viajado, de lo Mardou amado bajando por la “curva de la eternidad”, por esa calle, ¿hacia el tren?, o escribir para no habitar “nunca en la farsa que es la vida real de este mundo lleno de ruido”.

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