Pokémon Go, ese virtual objeto…

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Voltear por una esquina y encontrarse con una criatura extraña dando brincos del otro lado de la acera, reconfigura la noción misma de paseo en la actualidad. Nos toca pensar, entonces ¿qué es pasear? ¿qué representa perderse en una ciudad? (parafraseando a Walter Benjamin) Las coordenadas del deseo, así como la idea de «encuentro» y «novedad», sufren un giro vertiginoso. Les dejo una entrevista que me hicieron hace pocos días en el programa Presencia Cultural para seguir merodeando a partir de estar preguntas, a la caza de una reflexión posible:

EMANCIPACIÓN Y REDENCIÓN. Más allá del Estado. Quinta Parte

Por Martin Uranga 

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De acuerdo a lo visto anteriormente, las diferentes corrientes emancipatorias seculares, tributarias del idealismo filosófico más allá de sus formatos materialistas explícitos, han entendido al Estado, coherentemente con esta perspectiva, en términos fetichistas. Así, la Emancipación queda afectada por un propósito exagerado de Redención. El colapso del registro existencial en el histórico, hace que las perspectivas de acabamiento del Estado fetiche, conlleven un fervor maníaco. Así, la Redención, al ser despojada de su especificidad existencial signada por el acontecimiento del lenguaje, revierte negativamente sobre el proceso emancipatorio. En vez de ser el soporte mítico-poético que apuntale la Emancipación nutriéndola desde la inscripción de su estatuto diferencial, tal como lo pretende Walter Benjamin de acuerdo a la primera de sus Tesis sobre el concepto de historia, termina otorgándole a la misma, desde el retorno alienante que genera el rechazo de la legalidad simbólica, una impronta oscura que la enajena de su particularidad esencial de ser la vía secular para el fin de la explotación, para transformarla en una pretensión omnímoda de alterar la raíz de la existencia a través de la praxis revolucionaria. De este modo, la Emancipación se convierte peligrosamente en una suerte de fanatismo que nos recrea la exaltación ególatra de la construcción de la Torre de Babel.

En su primera tesis sobre el concepto de historia Benjamin nos hace pensar en la relación necesaria entre Emancipación y Redención. En sus palabras, teología y materialismo histórico deben operar de manera inteligente y articulada. Idea una metáfora, inspirada en un cuento de Poe, en que un muñeco autómata (materialismo histórico) puede ganar todas las partidas de ajedrez que se proponga, por estar secretamente manejado por un enano interior (teología). Así, nos da una preciosa indicación acerca de cómo es posible pensar en la articulación del registro de la legalidad simbólica con la Emancipación. Es sólo a partir de esta distinción que podemos recrear un pensamiento emancipador despojado de idealismo, conciente de sus limitaciones y por lo tanto de sus potencialidades, abierto a las míticas fundacionales del orden simbólico. De este modo, podríamos decir que la propuesta de Walter Benjamin, requiere contemplar y accionar una práctica emancipatoria a la luz de la Redención.

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Los trazos de una ciudad: Chabuca Granda, Walter Benjamin, Fernando Pessoa

Por Ani Bustamante

“Y, si la oficina de la Rua dos Douradores representa para mi la vida, este mi segundo piso, donde vivo, en la misma Rua dos Douradores, representa para mí el Arte. Sí, el Arte, que vive en la misma calle que la Vida, aunque en un sitio diferente, el Arte que alivia la vida sin aliviar el vivir… Sí, esta Rua dos Douradores encierra para mi todo el sentido de las cosas, la solución de todos los enigmas, salvo el hecho de la existencia misma de los enigmas, que es lo que no puede tener solución” (Fernando Pessoa, El Libro del Desasosiego).

Ayer estuve intercambiando con amigos en España versiones diversas de La Flor de la Canela de Chabuca Granda. Ante mi necesidad de explicarles las sensaciones y los olores limeños se me ocurrió mandarles videos y canciones de Chabuca. Mis amigos dejan que les cuente y que en ese contar descubra los olores de canela sobre mi piel. Ahora que aún perfuma el recuerdo y que vivo apasionada por los signos y caminos de cada ciudad. Ahora que ya pasié Lisboa de la mano de Pessoa, y recorrí los pasajes parisinos con Benjamin, ahora… contándoles y cantándoles a mis amigos la Flor de la Canela, me doy cuenta de esos hilos que trama lo inconsciente y que van dibujando el camino de nuestros afectos, nuestros deseos y opciones vitales. Y luego de las ruas en Lisboa y los pasajes en Paris, (re)encuentro a esta narradora peruana de los caminos, las flores, los olores, los puentes y ríos, de los balcones limeños, los faroles, las casonas, y todos esos aromas de mixtura que Chabuca nos sabe contar. No sabía, no sabía que ese caminito alegre con luz de luna o de sol que he de recorrer cantando por si te puedo alcanzar… alcanzaba, en su cadencia, el ritmo de mis pasos.

Estas son marcas que caminamos sin pensar. Benjamin nos propone acercarnos a la arquitectura de la ciudad como a una semiotica en la que podemos encontrar en la materialidad de las calles, pasajes, luces y demás detalles la expresión de un inconsciente. La fisiognomía muestra en lo particular del detalle externo, una dimensión interna. Benjamin propone esta exploración concreta de lo cercano, de aquello que está al alcance de la mano y que en su materialidad es capaz de abrir una dimensión profunda de la historia y del deseo. Así como Benjamin, Proust nos muestra la memoria evocada desde el sabor de una magdalena y Chabuca el olor de los jazmines, el jacarandá y la canela como disparadores de un ensueño que evoca la memoria.
Este carácter material a partir del cual se abre el tiempo y el espacio podemos vincularlo a algunas líneas psicoanalíticas como por ejemplo las que aparecen con el concepto de rasgo unario. Este es una marca constitutiva del sujeto que otorga una singularidad que está ahí previa a la significación, emparentada a las pulsiones y al cuerpo. Este primer trazo, que es pura materialidad ausente de sentido, sirve como soporte para que la ruta significante abra camino. Lacan apunta a esto cuando plantea la necesaria demarcación de la “letra” como lugar en el que algo de lo imposible de simbolizar en el sujeto sea señalado, circunscribiendo su materialidad como punto a partir del cual algo pueda trazarse. Esto lo compara con el trazo chino:

“El Trazo no es una simple línea. Por medio de un pincel, embebido en tinta, el artista coloca el Trazo sobre el papel. Por su pleno y su perfil, su Yang y su Yin, el empuje y el ritmo que implica, el trazo es virtualmente y a la vez forma y movimiento, volumen y tinte. Constituye una célula viviente, una unidad de base de un sistema de vida” Cheng, François; Lacan y el pensamiento chino.

La letra, con su son, su cadencia y su ritmo, toca una materialidad que araña nuestro cuerpo y los misterios de sus formas de gozar. A esto sólo se puede llegar con la palabra poética. En los últimos tiempos descubro que, con Chabuca Granda, tenemos la descripción de una Lima que, no es sólo anécdota, sino que contiene trazos que atraviesan a los que nacimos en esta mixtura limeña de sabores y colores. Creo que hay algo de nuestra historia y de nuestro espacio que no puede ser pensado, el impasse lo sentimos en diversas problemáticas de poder, racismo y violencia en Lima. Hay una ruta que propone Benjamin y que sigue Chabuca, a ella tenemos la posibilidad de acercarnos para olfatear las calles y los rincones, escuchar el pulso y la cadencia. Colocar algunas puntuaciones necesarias. Saborear, disfrutar y saber hacer uso de un buen gozar.

Lima, un mapa

Por Ani Bustamante

Llegar a Lima en pleno invierno, húmedo y gris, redescubrir sus costas y su acento es una experiencia que he decidido volcar hoy en algunas palabras, quizás porque el cuerpo a cuerpo con mi ciudad me sobrepasa.
Pienso en Lima como en un mapa, y no puedo evitar empezar a dibujar mi deseo en él, así, entre la gastronomía (orgullo nacional) y el añorado mar, me interrogo por el lugar que ocupa el psicoanálisis en este país.
De pronto, entre bienvenidas y preguntas, surgen sugerencias proponiendo formulas para el éxito y la pose. En medio de un país que intenta resurgir y tener voz propia, las preocupaciones por el estatus disuelven las singularidades. Grupos cerrados, discursos trasnochados sobre la pertenencia coagulan identificaciones que nos tornan viejos aislados en sus sueños grandiosos.
Pensar es perderse continuamente, como diría Benjamin: “importa poco no saber orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere aprendizaje.” Y es este el aprendizaje que creo, debemos intentar. Pensar, decía, es perderse, perder las propias identificaciones, perder la idea sólida que tenemos de nosotros mismos (como un yo narciso y solo) y de lo que creemos nos pertenece.
Estoy intentando aprender a perderme en mi ciudad de origen.
Hablar sin predeterminar el discurso a un a priori doctrinario ¿será posible? En todo caso sacudirme el polvo (si es que todavía no se han creado rocas y piedras inútiles) y pasear un poco, hablar buscando una diferencia, escribir para perder.

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