La chica danesa

Por Andrea Amendolala-chica-danesa-cuatro-nominaciones-en-el-oscar_opt2_.jpg

El filme “La chica danesa”, está basado en una historia real. Dinamarca, años 20. La pareja de pintores formada por Einar (Eddie Redmayne) y Gerda Wegener (Alicia Vikander) disfruta de su éxito. Einar observa cómo Gerda se pinta. Su mirada queda detenida no precisamente en ella, a la cual ama y admira. Más allá de su amada, es en las pinturas que quedan sobre la mesa, en donde sus ojos reparan sutilmente, segundos después de que Gerda se va de la alcoba.

Hay un desplazamiento que acontece en Einar, de pintar paisajes en el lienzo hacia los atributos que hacen a lo femenino.

Un día, por casualidad, la modelo a la que Greda contrató para retratar en sus cuadros, no pudo presentarse a la cita. Greda necesitaba terminar esas pinturas a tiempo. Urgida por ello, le pregunta a su marido si no le importaría ponerse medias y zapatos de mujer por unos instantes, a lo que él accederá sin problema.

Las manos de Einar se deslizan sobre las medias femeninas. Se las coloca con notable delicadeza. Las observa detenidamente. Introduce sus pies en los zapatos de mujer. Inclina su cuerpo, acomodándolo a semejanza de la mujer que está eclipsada en la pintura. El roce de sus dedos sobre el vestido que Gerda le apoya sobre su cuerpo, constituye en sí mismo un borde que dará cuenta de una revelación para Einar: un goce opaco, enigmático y desconocido que se le impone.

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La feminización del mundo contemporáneo, rasgo de nuestra época

 Por Andrea F. Amendoladanesa.jpg

 Nuestra época: el comité síntoma

En “El Otro que no existe y sus comités de ética” Miller y Laurent sitúan como propio de la época del Otro que no existe, la multiplicación de los comités. Se trata en los comités de debatir, declarar controversias, conflictos, disensiones, comunidad, atisbos de consenso, escepticismo sobre lo verdadero, lo bueno, lo bello, sobre las palabras y las cosas, sobre lo real.

La sociedad contemporánea advierte el carácter ficcional del Otro, del Nombre del Padre y de los ideales, entonces es el sentido mismo de lo real lo que se ha vuelto un interrogante.

Miller dice que nos vamos sumergiendo en “una sociedad deliberativa, cuya verdad es que quizás es una sociedad de debilidad generalizada” (1), en donde los comités de ética son la conversación de los débiles, esos que están desconectados del discurso del Otro. Surge un esfuerzo por hacer existir la comunidad en el lugar incesantemente ocupado por saber el valor exacto de lo que se dice. Entonces el comité, surge así, como síntoma del Otro que no existe.

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