Leer con Joyce

(Notas de una presentación: El tejido Joyce)[1]

Por Hugo Savino

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“Componer no es poca cosa, es poner en forma” (Joèlle Léandre)

El Tejido Joyce es intempestivo. Siempre se esperan libros sobre Joyce. Pero este libro no es sobre. Es con Joyce. Tiene esa fuerza. De lo que nadie espera. No se puede contar por teléfono, para tomar la expresión de Néstor Sánchez. Tampoco se puede poner en ese otro comodín llamado acontecimiento. Si no cae en los soportes del comentario, es porque se entregó al ritmo de lo desconocido. Porque leyó Retrato de artista adolescente como un poema. Desde el poema. Lector acostumbrado a pasearte por el paisaje del patrimonio, o por el paisaje de los “pensadores estrellas de cada época”, no entres aquí. Intempestivo porque irrumpe en un paisaje saturado de retóricas joyceanas – y no solo por eso, también porque piensa lo desconocido, porque inventa lectura. El tejido Joyce pasa por la puerta de esa selva y se inscribe en una subjetividad, firmada Zacarías Marco, la firma en la tela, como decía Charles Péguy. Es un libro que no pudo no ser escrito. Es enunciador como todo poema. Zacarías Marco lee su lectura Joyce y la escribe en español. Lo trae de una periferia a otra periferia. Lo saca de la moda del patrimonio y lo pone a bailar. Lo lee escribiendo. Y mientras lo escribe se lee. La palabra tejido se hace frase. Va abriendo su sentido poco a poco, y cuando parece que llega, ese sentido empieza ese a deshacerse y a hacerse otra vez. Indefinidamente. Es un libro en movimiento.

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“Si bailas con Joyce, la crítica será poética”.[1]

Entrevista a Zacarías Marco realizada por Hugo Savino.

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Hugo Savino: Empiezo por la palabra Tejido: Joyce como un tejido. En este caso el del Retrato del artista adolescente. ¿Para hurgar en la rajadura de la tela como dice el novelista argentino Néstor Sánchez? Un hurgar con extensiones a Molly, la mujer que dice sí, y a Bloom.

Zacarías Marco: Hurgar en la rajadura de la tela es una expresión que impacta, es una bella expresión, no he leído todavía nada de Néstor Sánchez, querría empezar por “Nosotros dos”. Sí, me parece que la expresión da por hecho la valentía de aquel que se acerca al territorio de la transgresión, quizás asumiendo que es un acto inevitable. Me hace pensar naturalmente en Lucio Fontana, pero habría que precisar que creo que aquí se trata de un sentido más bien opuesto, pues la tela ya está rota y en vez de romper, se trata de reparar, de cómo se repara el tejido, de cómo se teje reparando el descosido. Esta reparación no puede ser sino matizada, es a un tiempo fallida y exitosa. Evitar un desgarro mayor no se hace sin pagar un alto precio. Utilizo la metáfora en el título del libro porque fue utilizada por Lacan cuando habla del tipo de clínica que el concepto de sinthome alumbra y del que Joyce es el inspirador, pero, sobre todo, porque el propio Joyce la utiliza. Como sabes, le comentó una vez a su amigo Louis Gillet “cuando tu trabajo y tu vida hacen uno, cuando están entretejidos en la misma fábrica…”. Lo que yo hago es una labor de acompañamiento. Joyce hurga en su rajadura, la de su ser, y lo hace, como en esta cita, con inaudita precisión. Lo que a mí me sale es hacer un eco a esa precisión. No se trata de quedarse fascinado con el hallazgo de una fórmula reparadora sino de intentar escuchar aquello que anima a esa precisión. Partir siempre de preguntas sencillas es complicado, llegar a las preguntas más elementales es todavía más complicado. Casi espera uno que le vengan. Me pareció un reto empezar por escuchar alguna de las frases sencillas que aparecen en Retrato del artista adolescente y que te agarran por la garganta sin saber muy bien por qué. Las extensiones a Molly y a Bloom fueron inevitables al ser la expresión del proyecto artístico que desarrolla teóricamente en Retrato.

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