(in)diferencia sexual?

 Por Ani Bustamante

Lo real, está de más decirlo, nos inquieta. Ubicarlo en el meollo de la sexuación es un asunto que ha llevado a forzarnos a pensar en los bordes de lo posible. Intentaré en este trabajo ver la tensión entre el psicoanálisis, los estudios de género y el feminismo. 

Voy despacio, volviendo a preguntas fundamentales, sin dar por hecho nada. En este itinerario veo que una de las cosas que inquieta y problematiza el debate contemporáneo es la cuestión de la organización de los sujetos en el binomio Masculino/Femenino 

Los estudios de género proponen pluralizar la diferencia y destruir la lógica binaria, esta operación empieza desde el momento mismo en que se plantea el cambio del concepto de sexo al de género, este último se asienta en los territorios de lo performativo, de aquello que Foucault llamaba “tecnologías del yo” y que parte de la idea de que la identidad es algo que se construye a partir de prácticas sociales. Por su parte el psicoanálisis no se ocupa del género, sino que mantiene su orientación hacia lo real del sexo.

La discusión sobre la lógica binaria viene junto con la pregunta acerca de si la diferencia sexual se puede incluir en la serie de otras diferencias, como las de raza, nacionalidad, etc.

Si la respuesta fuera afirmativa, y la diferencia sexual entrara en el mismo campo, entonces la deconstrucción del binomio sería una fácil consecuencia. Es importante, por lo tanto, pensar la peculiaridad de “la diferencia sexual” y ver qué es lo que puede determinar que ella no sea comparable a las otras diferencias. 

En este punto surgen múltiples debates y disputas, así por ejemplo Judith Butler le adjudica al psicoanálisis una noción de identidad basada en una estructura ahistórica y postula la necesidad de entender la constitución de la subjetividad de manera performativa, con lo cual Butler se aleja de las teorías de género propiamente dichas, pues estas últimas colocan al género como categoría maciza, no como inestable, inacabado, en proceso y alejado de todo aquello que lo coloque dentro de prescripciones y normativaciones. Es esta la idea general de su propuesta de “deshacer el género”.

Para Butler que el psicoanalisis lacaniano coloque la diferencia sexual del lado de lo real, le da a ésta un estatuto vacío, cuasi-trascendental y, como ya dijimos, ahistórico. Critica también que esta condición no simbolizable del sexo, sea a su vez condición de toda simbolización. Pues la falta es la que hace posible, desde su negatividad, la realidad  del tejido social.

Butler dice:

“Así, como afirmación trascendental, la diferencia sexual debe ser rigurosamente objetada por todo aquel que quiera protegerse de una teoría que prescriba de antemano qué tipos de acuerdos sexuales estarán y no estarán permitidos en la cultura inteligible. La vacilación inevitable entre lo trascendental y el funcionamiento social del término torna inevitable su función prescriptiva”

A esto Zizek responde:

la diferencia sexual como real/imposible significa precisamente que dicha norma no existe: la diferencia sexual es esa «roca de imposibilidad» sobre la cual se funda toda «formalización» de la diferencia sexual.

Lo Real no es un efecto presocial ni tampoco social; la cuestión es, más bien, que lo Social mismo está constituido por la exclusión de algún Real traumático.”

El debate entre los estudios de género y el psicoanálisis parte de las diferentes formas en las que cada uno ubica eso imposible. 

Es así que un importante frente se abre desde Foucault, de quien deriva el construccionismo con su visión de subjetividades construibles en relación a los mecanismos de poder y de saber. Lo que este discurso produce es una suerte de eclipsamiento del goce en el sujeto al dejar la constitución de éste del lado de las producciones de sentido en lo social.

[…] para los «construccionistas», el sexo no es un dato natural sino un bricolage, una unificación artificial de prácticas discursivas heterogéneas; mientras que Lacan rechaza esta perspectiva sin volver a un sustancialismo ingenuo. Para él, la diferencia sexual no es una construcción discursiva, simbólica; antes bien, emerge en el punto mismo donde la simbolización fracasa: somos seres sexuados porque la simbolización siempre se choca con su propia imposibilidad inherente.” (Zizek)

Es decir, mientras que los construccionistas quedan atrapados en la significación (en la lógica social y sus mandatos), lo que importa al psicoanálisis es el efecto de goce del significante en el cuerpo. Mientras construccionistas y afines pluralizan las diferencias pretendiendo que no exista el regulador fálico que instala el binomio M/F, para el psicoanálisis la partición que conforma el binomio tiene que ver con dos maneras de posicionarse frente a lo real.

De las propuestas de Butler parece deslizarse un arraigo imaginario que plantea los elementos M/F de la lógica binaria como complementarios, lo cual daría pié a esa   heteronormativdad tan combatida y cuestionada.

Al partir del hecho de que el sexo se construye discursiva y culturalmente, el constructivismo ignora el radical antagonismo entre sexo y sentido marcado por Lacan quien en el seminario 21 dirá que “el significado no refleja lo sexual, sino que lo compensa”. No se trata pues de elegir entre anatomía o cultura, se trata para el psicoanálisis de hacer borde entre ellos.

“El sexo se produce a partir del límite interno, la falla de la significación. El sexo encuentra su lugar sólo allí donde las prácticas discursivas tropiezan -y en modo alguno donde logran producir significado-” (Copjet)

Es asi que la identidad sexual no está marcada por los procesos de identificación, como señala las teorías de género, sino por la posición del ser hablante en relación al goce y al falo.

El pensamiento de la diferencia sexual en Francia 

Helene Cixous, es una de las teóricas feministas que, a mi modo de ver, ofrece propuestas  sofisticadas al debate contemporáneo, en especial al psicoanálisis ya que pone en acto, en escritura, la problemática de la diferencia sexual. 

Cixous trabajó con Derrida y recibió su influencia, sobre todo desde el punto de vista del intento derridiano de deconstruir la metafísica occidental. Esta deconstrucción implica romper con los pares antitéticos que han sostenido el edificio de la razón metafísica; pares que terminaran cayendo en la subordinación de un término frente al otro:

presencia/ausencia

razón/sinrazón

ser/no-ser

interior/exterior

lo mismo/lo otro

masculino/femenino

  

Derrida busca subvertir la dicotomía excluyente a través de la búsqueda de un sistema abierto, sin clausura. Busca la grieta que posibilite la entrada de la diferencia. Esta apertura encuentra su posibilidad a partir de lo indecible, aquello que el texto calla, aquello que solo se puede decir a medias y que se aleja de los cimientos tranquilizadores de la metafísica de la presencia.  

 La deconstrucción de la razón metafísica parte también del hecho de desplazar el culto a la presencia, (al ser y la representación) hacia la ausencia y su correlato en la huella que se imprime en una escritura, que es cuerpo y es mujer. Esta huella derridiana, retomada por Cixous desde su particular escritura, apunta a un tratamiento desde la marca, el trauma, lo inconsciente. Pero habrá que ir viendo de qué manera la propuesta de esta escritura se articula a la significación, o se desliza por los territorios de la pura materialidad.

Cixous introduce la escritura femenina, como cuerpo. La mujer se construye en el acto de escribir-se, en su extrañeza, en su deriva. La “escritura hace el amor otro. Ese amor es ella misma. El amor-otro es el nombre de la escritura” (risa de medusa).

La escritura como acto de amor rompe las clasificaciones, las series homogéneas otorgándole a la mujer la posibilidad de localizar, una por una, su goce suplementario. La escritura como ordenamiento frente a lo real del goce, enlazado con el amor y no con el saber de la razón metafísica.

Dice Cixous: “siempre el texto se escribe bajo la dulce coacción del amor”. Hay una dirección en el amor, que permite sortear los vértigos femeninos, una dirección de otredad: “Léeme -lámeme , escríbeme el amor. Ella no se pone en el abismo para saturar la abertura temida; ella celebra sus abismos, los quiere abiertos, desea su sin-fondo, su promesa: nunca nos colmarás, nunca te faltará el buen vértigo; para tu hambre nuestros sexos sin fin, nuestras diferencias” (llegada a la escritura)

Para Cixous, entonces, tanto la escritura como la mujer vienen a garantizar la otredad, la diferencia, pero no aquella que sostiene el binomio, sino la que se pluraliza rizomáticamente.

Se trata pues de “una diferencia múltiple y heterogénea frente a un pensamiento binario falogocéntrico”

Cixous plantea una suerte de goce de la escritura, siendo así, ¿cuales son los mecanismos de negativización de este goce? Hay un parentesco importante con el goce femenino de la teoría lacaniana, pero no estructurado desde la misma lógica. El falo feminista (por llamarlo así) ¿es el falo imaginario que introduce el juego de poder? ¿o es más bien “el falo como semblante que da testimonio de lo real”?

En el seminario 23 Lacan hace un guiño a Cixous en relación al trabajo que ella hace sobre Dora, y a su sugerente tratamiento de la histeria. Lo que a Lacan le llama la atención es que la histerica que propone Cixous no está relacionada a un otro que la interprete a la manera del síntoma histérico clásico aferrado al padre. La histérica de Cixous se sostiene sola. 

El recorrido de esta autora parece ir marcado por el latir del cuerpo volcado en la escritura, subvirtiendo la gramática del padre, regocijándose en el tacto de los contornos de la letra. 

La escritura-textura de Cixous va de la mano de la última enseñanza de Lacan en tanto en su trabajo vemos que el lugar que le asigna al significante está del lado del cuerpo, de la misma manera que el síntoma histérico en tanto es considerado desde su pura materialidad.

Podríamos decir que la escritura de Cixous no pasa por el Nombre de Padre, no necesita de él. No depende de la gramatica del lobo, no se identifica al síntoma del Otro. La escritura misma es el síntoma.

“Entonces cuando lo has perdido todo, no hay más camino, no hay más sentido, no hay más signo fijo, no hay más suelo, no hay más pensamiento que resista a otro pensamiento, cuando estás perdida, fuera de ti, y continuas perdiéndote, cuando devienes el movimiento enloquecedor de perderte, entonces es por ahí, desde ahí, donde eres trama despedazada, carne que deja pasar lo extraño, ser sin defensa, sin resistencia, sin barra, sin piel, completamente abismada de otra, en esos tiempos jadeantes cuando escrituras te atraviesan, eres recorrida por cantos de pureza inusitada, porque no se dirigen a nadie, brotan surgen, fuera de las gargantas de tus habitantes desconocidas son gritos que la muerte y la vida arrojan al combatirse”…

Para concluir

En el discurrir de todos estos hilos que hemos ido abriendo, aparecen muchos problemas conceptuales en relación a la significación, el sentido y lo real.

Volviendo al debate con Butler: Si bien hay una distancia irreductible entre las teorías performativas de género y el psicoanálisis (empezando porque el psicoanálisis no se ocupa del género), el discurso performativo hace uso de nociones lacanianas, las discute e interroga llevándonos a afinar y poner en movimiento nuestros presupuestos.

Otro de los asuntos que causa discrepancia es el hecho de que Butler coloque al sexo exclusivamente del lado de la significación al asociarlo con una construcción social, y por lo tanto negando la “no-relación” sexual planteada por el psicoanálisis que localiza el sexo por fuera de la significación. 

El punto fuerte del psicoanálisis de orientación lacaniana parte del hecho de que al oponerse el sexo al sentido, la diferencia sexual se distingue de las diferencias raciales, de clase o étnicas, ya que estas diferencias se inscriben en lo simbólico, no así la diferencia sexual (copjet)

Por otro lado la deconstrucción derridiana y la posición de Cixous sobre la diferencia no sostenida en el binomio se basan en la multiplicidad propia del significante y las aperturas del sentido, mientras que la diferencia M/F lacaniana parte de una falla del lenguaje: “el lenguaje y la razón pueden fallar de dos maneras diferentes” (Copjet). 

Sin embargo Derrida y Cixous no reducen el sexo al juego de las significaciones como lo hacen los constructivistas, hemos visto el trabajo sobre lo real y sobre la materialidad misma de la escritura. 

Surgen problemas clínicos importantes ante el desarrollo de posiciones que desmonten el ordenador fálico, pues cuando el goce femenino no tiene como referencia el falo opera la psicosis. Pero, ¿es que de verdad no hay un ordenador fálico en las propuestas que aquí he traído? y si lo hay ¿cómo es? 

Sabiendo de lo apresurada de mis ideas voy diciendo en borrador que Butler parece no introducirse al no-todo pues “todo” es simbolizado o simbolizable en la trama social que ejerce poder sobre los cuerpos, esta posición da la espalda a lo real del goce y por lo tanto queda anclada al mandato de los significantes 

Derrida y Cixous si llevan a cabo un trabajo de borde, una escritura que no cesa en su intento imposible. Y no cesa de producir cuerpos, textos, otredades. ¿Más allá de Edipo, o más bien anti edipo? (¿Lacan o Deleuze?)

¿Qué implica que el pensamiento contemporáneo intente romper el binomio M/F? 

¿Se trata de una pluralización, de una celebración de la diferencia radical, o más bien, una manera de disolver las diferencias en una multiplicación de lo mismo? 

El psicoanálisis mantiene la diferencia sexual binaria, frente a la proliferación de géneros de los construccionistas. Es más bien el itinerario que nos lleva hasta la pruralización del Nombre del Padre y la topología de los nudos, lo que posibilita una clínica más allá del inconsciente, y en este más allá encontramos justamente lo sexual, como traspiés del sentido, como límite frente al cual podemos responder solo de dos maneras. Esta es también una posición que frena al discurso capitalista y su proliferanción de objetos a.

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