Por Andrea Amendola
La característica del tiempo en el que vivimos nos pone en evidencia que el hombre, en sentido genérico, no logra encontrar el objeto que lo satisfaga y sólo encuentra desdicha en su búsqueda.
El hombre queda preso de espejismos, supone que lo que desea es eso que ve delante de sí pero en cuanto a saberlo… está perdido, extraviado.
Pensemos, por ejemplo, una mujer bonita puede causar deseo, un hombre musculoso y elegante puede causar atracción, o tal vez obtener un título universitario o, quizás… pertenecer a alguna institución…. Entre tantas otras cosas podemos pensar que estas cosas son deseables por algunos, creemos que sabemos lo que deseamos porque generalmente nuestro cuerpo nos da indicios, la atracción, la excitación, el entusiasmo son sensaciones que se alojan en nuestro cuerpo.
Ahora bien, ¿cómo no engañarnos ante tales fenómenos? ¿Cómo discernir en una época en la cual las sustancias son la vedette del momento?
El nuevo malestar en la cultura es una consecuencia de la ficción de que toda angustia, todo dolor o sufrimiento pueden ser resueltos con objetos, rindiendo culto a la omnipotencia de la ciencia de modificar y controlar la naturaleza: el nacimiento, la vida, la vejez, la enfermedad y la muerte. La reivindicación del adicto a acallar el malestar de esta forma aparece legitimada en nuestra sociedad hedonista. Las sustancias “generadoras” de adicción cubren todos los rubros: más de siete que incluyen vicios y virtudes(alcohol, sexo, drogas, hidratos de carbono, pero también trabajo y actividad informática). Hay un cuerpo implicado allí, pero las más de las veces ni pensamos que tenemos un cuerpo, actuamos y vivimos como si el cuerpo no existiera hasta que algún indicio aparece…
Debemos pensar y registrar que habitamos un cuerpo ya que todos somos adictos y en potencia, estas patologías nos introducen de golpe en los huecos infernales que el progreso va dejando, arrastrando un tratamiento del dolor y el sufrimiento que más se parece a una sustancialización de los problemas que a la búsqueda de su causa. Todo parece esperarse del objeto, nada del sujeto. Sujeto compelido a elegir, a reconocer no su deseo sino objetos para su deseo.
Cuando un adicto consume, cuando un obeso se da un atracón, no está consumiendo una sustancia, sino un espacio imaginario de posibilidad, creo que obtengo lo que busco ingiriendo algo para obtenerlo.De este modo, la ilusión engaña y el sujeto cree encontrar lo buscado… pero se trata de espejismos.
El psicoanalista es aquel que mediante su escucha permite a quien consulta, desanudar las trampas de la ilusión para permitirle encontrarse de frente con lo real de su angustia, con aquello que lo causa y lo extravía. Se trata de una experiencia en la cual los espejismos se diluyen y se encuentra el sentido de otro camino por recorrer: el camino real.
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