Manifiesto por un partido del ritmo

Henri Meschonnic – Agosto/Noviembre 1999

Henri Meschonnic

Traducción: Raquel Heffes*

Hoy para ser sujeto, para vivir como sujeto, necesito hacer lugar al poema. Un lugar. Lo que a mi alrededor veo llamar poesía en su mayor parte tiende extrañamente, insoportablemente, a negarle un lugar, su lugar, a lo que llamo un poema.

Hay, en una poesía a la francesa, por razones no ajenas al mito del genio de la lengua francesa, institucionalización del culto que se le rinde a la poesía que produce la ausencia sistemática del poema. Modas siempre hubo. Pero esta moda ejerce la presión de un cúmulo de academicismos. Presión atmosférica: el espíritu de la época.

Contra esta asfixia del poema por la poesía, hay necesidad de manifestar, de manifestar el poema, una necesidad que algunos sienten periódicamente, de hacer salir una palabra asfixiada por el poder de los conformismos literarios que no hacen más que estetizar esquemas de pensamiento que son esquemas de sociedad.

Una idolatría de la poesía produce fetiches sin voz que se dan y son tomados como de la poesía.

Contra todas las poetizaciones, digo que hay un poema sólo si una forma de vida transforma una forma de lenguaje y si recíprocamente una forma de lenguaje transforma una forma de vida.

Digo que sólo así la poesía, como actividad de los poemas, puede vivir en la sociedad, hacer en la gente lo que solo un poema puede hacer y que sin eso, no sabrán incluso que se desubjetivan, se deshistorizan para no ser ellos mismos más que productos del mercado de sentimientos, y de comportamientos.

Mientras que la actividad de todo lo que es poema contribuye, como sólo ella puede hacerlo, a constituirlos como sujetos. No hay sujeto sin sujeto del poema. Ya que si falta el sujeto del poema entre los demás sujetos de los cuales cada uno de nosotros es la resultante, hay a la vez una falta específica y la inconciencia de aquello que falta, y esa falta alcanza a todos los demás sujetos. A los trece de la docena que somos. Y no es el sujeto freudiano el que los va a salvar. O el que va a salvar al poema.

Sólo el poema puede unir, contener el afecto y el concepto en un solo bocado de palabra que agita, que transforma las maneras de ver, entender, sentir comprender, decir, leer. De traducir. De escribir. En donde el poema es radicalmente diferente del relato, de la descripción. Que nombran. Que quedan en el signo. Y el poema no es del signo.

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De amor y política

Por José Enrique Ema

Foto: Rodney Smith

Foto: Rodney Smith

Lo difícil no es aceptar nuestra vulnerabilidad, que no somos omnipotentes y que no podemos con todo (algo de lo que tenemos noticia habitualmente). Lo verdaderamente complicado es hacerse cargo de que a veces somos capaces de todo, que una intensidad infinita parasita y desborda nuestra finitud y no podemos quitárnosla de encima diciéndonos que es sólo una ficción construida. Que la verdad tenga estructura de ficción no permite evitar que hable apasionadamente en nuestro cuerpo descuidando incluso cualquier equilibrio apaciguador o placentero. Y no se trata tanto de escucharla para hacerse un saber, sino de construir sus consecuencias para hacerse un sujeto.

Unos tragos y un Himno: Mi adiós a Samuel Beckett

Por John Montague

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Estoy en París y aunque alojado en Montparnasse, el escenario de la mayoría de nuestros encuentros y fiestas nocturnas, me siento renuente a llamar a Beckett. Su última nota decía que estaba “en una casa de vejestorios” pero que esperaba estar “dando una vuelta por el boulevard de nuevo por mis propios medios y apto para la compañía otra vez.”

Se sabe que está enfermo, muriendo incluso, y soy reacio a decir adiós a un viejo amigo, un amigo permanente durante un cuarto de siglo. Además tengo una pierna quebrada y apenas puedo moverme yo mismo. Pero también tengo una misión que cumplir: ponerlo en la lista del Gran libro de Irlanda.

Llega un mensaje de que quiere verme, por tanto cojeando me balanceo a la fila del taxi al lado del Dôme donde tan menudo nos hemos sentado bebiendo y conversando. Luego bajo por Raspail, otra de nuestras rutas, hasta al león de Denfert Rochereau. Por la noche se iría calle abajo por el Boulevard St. Jacques, mientras yo daba vuelta en la Rue Daguerre, con «Dios nos bendiga» como su último, extraño saludo, una expresión irlandesa familiar que se me hizo extraña por su reputación universal de ateo.

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Henri Meschonnic: Lo infinito del lenguaje

Por Hugo Savino

Henri Meschonnic

Para Henri Meschonnic, siguiendo y citando a Émile Benveniste, “el lenguaje sirve para vivir”. Esta proposición es de una importancia capital en su poética, orientada hacia lo “desconocido del lenguaje”. Si partimos de la base que para Meschonnic, en el lenguaje, hay más aspectos desconocidos que conocidos. En su aventura poética trató siempre de luchar contra las esencializaciones, esas que engendran lo teológico-político y lo lingüístico-político. Y todos los horrores que se desprenden de allí. La Biblia no es un origen, es un funcionamiento. El libro que anuncia esta entrevista  es un atravesamiento de siglos de cristianización acumulados sobre la Biblia. Y es también un libro que atraviesa la historia del poema y de la traducción. Como dice Meschonnic: “La realidad, como lo muestra la poética del traducir, es que en la inmensa mayoría de los casos, traducir, es un des-escribir”. Y dice con fuerza: poética del traducir y no de la traducción. Traducir es escribir. Y cuando no se escucha se des-escribe. Se normaliza la sintaxis. Se modifica la puntuación. Se achatan los textos. Se busca clientela. Mala señal cuando la traducción parece escrita en la lengua de llegada. Meschonnic cita la frase de Martin Buber: la  Biblia no es ni Antiguo ni Testamento. Entonces estamos frente a otra manera de leer. El poema Meschonnic es refractario a “la biologización de la vida humana. En el sentido de Spinoza.”

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Del Piropo al Insulto

Por  Andrea F. Amendola

del piropo al insulto

Alfonso Alzamora – Menina Rojo Rodko

Del Piropo…

                                                  Del griego pyropus, que significa “rojo fuego”. Los romanos tomaron esta palabra de los griegos y la usaron para clasificar piedras finas, granates, de color rojo, rubí. El rubí simboliza al corazón, y era la piedra que los galanes regalaban a las cortejadas. Los que no tenían plata para los rubíes, regalaban palabras preciosas.

Cuando decir, no es hacer

                                             “¿tenés hora? Así le digo a mi psicólogo en qué momento me volví loco”

Hablar del piropo es introducirnos en la dimensión creativa. La significación se edifica desde el mismo sinsentido. Para Jacques A. Miller, el piropo es una situación concreta y ejemplar para captar en vivo la función del lenguaje. Dice en “Seminarios en Cararas y Bogotá”: “el piropeador no aspira a retener a esa mujer, y si hay allí una connotación erótica, hay al mismo tiempo, un desinterés profundo, que hace del piropo, cuando alcanza su forma excelente, una actividad estética. En el fondo, el piropo nos marca el corte entre el decir y el hacer”.

Que un hombre, en su andar por la calle, se detenga para decirle a una mujer, por ejemplo: “te quiero más que a mi madre, y siento que estoy pecando, pues ella me dio la vida y tú me la estás quitando” o “vos con esas curvas y yo sin frenos”, son ejemplos que nos permiten pensar cómo el acento está puesto en el decir, no en el hacer. Se trata de un decir cual almácigo de agudezas, en donde la equivocidad de la lengua da lugar a la invención. Lejos queda el interés de pasar a la acción, a excepción de que, el hombre en cuestión, se valga del piropo como artilugio, en donde se sirva de la agudeza, en medio de la casualidad, para que el decir devenga en un hacer.

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EL TALLER TEATRAL DE SAN QUINTÍN

Rick Cluchey

Rick Cluchey

Fundador del Taller Teatral de San Quintín. Estuvo preso por muchos años en San Quintín antes de ser liberado bajo palabra y recibir un indulto. Trabajó con Samuel Beckett como asistente en Berlín y luego representó los roles de Krapp en La última Cinta de Krapp , Hamm en Final de Partida y Pozzo en Esperando a Godot , todas dirigidas en Berlín y Londres por Beckett.

Esta es una versión revisada de su ensayo Samuel Beckett: Krapp’ Last Tape reproducido con la gentil autorización de los editores de Rick Cluchey.  

Comencé a actuar en las obras de Beckett en 1961, mientras cumplía cadena perpetua en San Quintín, en California. Aunque muchos de mis compañeros convictos tenían un interés similar, ya en 1958 nos habían pedido ser pacientes y esperar hasta que el Director de la Cárcel decidiera darnos la autorización especial para un taller experimental en el que esas obras podrían realizarse. Entonces, en 1961, con el advenimiento de nuestro teatrito propio, comenzamos a montar una trilogía de Beckett que eran los primeros trabajos que resultaban del pequeño taller.

Este primer intento fue Esperando a Godot, luego Fin de Partida y finalmente La última cinta de Krapp. En total ofrecimos no menos de siete puestas del ciclo de obras de Beckett, durante un periodo de tres años.

Todas esas obras eran ejecutadas por presidiarios para un público de presidiarios. Y así, cada fin de semana, en nuestro pequeño teatro de San Quintín, estábamos ahí sólo para prisioneros americanos, y con razón, porque si como Beckett ha declarado, sus obras son sistemas cerrados, entonces son también prisiones. Personalmente puedo decir que San Quintín es un sistema muy bien cerrado.

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Goteo

Por Mónica Arzani

goteo

Nadie quería alcanzarme hasta el embarcadero de la quinta isla. Solución, terminé pagándole el doble a un pescador que desestimó los riesgos. Le indico por donde tiene que ir, me dijo, y me voy sin pisar tierra, aléjese rápido del agua, de noche la marea crece rápidamente, la familia que va a visitar perdió un hijo en la creciente de este año.

Desde la lancha divisé el camino, cubierto de malezas en algunos tramos. Sin intimidarme seguí sus movimientos de serpiente y juntos subimos la cuesta. El ocaso despojaba de color a la casa de la colina y los restos del día se fundían con los de ella, la misma que en el pasado había desplegado su soberbia sobre el bosque de álamos y que hoy se iba apagando como la tarde. Pensé que nunca más tendría recuerdo de otras tardes, como si esa hubiera quedado presa en mi memoria tapando las otras. Transcurría el otoño. Fui a buscar a Isolina, mi hermana me había escrito para pedirme que la acompañara al noviciado. Empujé la puerta de reja que estaba abierta. En el patio delantero un solcito tibio defendía su espacio entre mojones de sombra. Algunas flores comenzaban a cerrarse, la casa también, como si mi presencia le fuera ingrata. Era la casa de mi infancia, poblada de corredores muy largos, testigos mudos de cosas inconfesables. Miré el fondo, se había convertido en un matorral salvaje. La oscuridad se iba instalando, sin embargo pude distinguir en el patio de la pérgola una canilla que goteaba. El agua al caer creaba murmuraciones muy particulares. Entré al zaguán, mi sobrina oraba con tal consagración que sólo podía ser producto del destino. Soy sacerdote, conozco la devoción. Isolina no me escuchó entrar. Desde la sala llegaban balbuceos indescifrables, decían palabras que no terminaban de salir. Seguramente mi hermana había llevado la bandeja con la cena, había que comer temprano, deberíamos partir antes del alba, el convento quedaba muy lejos. El día caía como las gotas de la canilla del patio. Todo era silencio, todo se metía en la oscuridad. Observé a Isolina, su cabeza de niña era también su cabeza de anciana, coronada por la túnica blanca que ya no se sacaría. Las voces de la habitación contigua comenzaron a deslizarse de otra manera más comprensible y pude distinguir claramente la de mi hermana y la de mi cuñado. El toc, toc de la gota al caer acompañó el diálogo todo el tiempo y un clima de irrealidad envolvió la escena. Después recordé que había escuchado ese caer susurrante desde niño, porque era tan antiguo como la casa.

Las palabras comenzaron a llegarme a través de la pared que comunicaba el corredor con la sala, podía oírlas entre respiraciones entrecortadas: mejor ni lo pienses/ sí en estos casos…/.hay que recordar que la mujer que es ahora guarda la niña que fue/ parece agradable, si así se lo piensa/no, no podrá soportarlo, parece abrumada por la tristeza/es otra cosa lo que quema y quema/ mejor no pensar, fallarán las blasfemias y también los abrazos/ si se quedara allí dentro de ella podríamos…intentarlo/ ella está enferma de imaginación /cualquier pregunta parecería innecesaria/ ¿no? /se resiste a que alguien profane sus líneas tersas, su cuerpo no perdonaría ser profanado/ es frágil, se desliza por la vida/ él ya no está/ relativo, él fue el disfraz que le exigimos a cambio de nada, debemos retroceder, nuestra mano no debe pesar en sus decisiones/ él la rodeó hasta hacerla sentir que existe/ pero ella se condenó, no pudo crear el olvido…

Los pasos apurados de mi sobrina acallaron las voces. La penumbra del pasillo se estaba tragando todo. Las cosas evidentemente se mostraban a otros ojos, mejor no insistir.

Consumimos despacio una cena muda. Después, elegí para descansar el dormitorio que daba al patio de la pérgola. Siempre había sido el mío. Mañana los padres de Isolina nos mirarían bajar la cuesta camino al río, era el segundo hijo que no volverían a ver. Mi sobrina había elegido tomar lo hábitos en una orden de clausura.

La canilla goteó todo el tiempo, también el ardor de mi deseo goteó durante toda la noche.

Nunca debí volver.

¿Cuál es tu noche? Santiago López Petit o la travesía del nihilismo

Por Diego Sztulwark

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no aguanto más la banalidad disfrazada de cultura pretenciosa o el engaño de una militancia política autocomplaciente. Me siento cerca, en cambio, de las vidas que no quieren aparentar

Esta vez no tenemos nada: ni horizontes, ni sujetos políticos…, somos libres

Sólo cabe atravesar el nihilismo, luchar existencialmente contra la entera despolitización de la vida, la filosofía, las militancias. La consumación de la metafísica ha dejado fuera de juego a las antiguas sabidurías del alma. La realidad se ha vuelto Una con el capital. Y hasta el lenguaje ha sido capturado por la máquina que moviliza lo social. Los Hijos de la noche son quienes han aprendido a hacer del malestar la coartada última para no entregarse.

Santiago Lopez Petit habita una zona sombría y anónima, entre la vida y la muerte. Busca en la poesía esas “ideas que tengo y que todavía no sé”. Se trata para él de no ceder en su querer-vivir. Una contracción entre el infinito y la nada capaz de extraer un vector radical para afrontar la ambivalencia dolorosa de lo real. Unilateralizarse, desparadojizar lo real, abrir grietas en las más duras de las rocas. Se combate donde los posibles se agotan, en la imposibilidad. Donde se ha alcanzado una suprema soledad. Donde ha sido necesario poner el cuerpo para evitar que la grieta abierta se nos vuelva a cerrar, allí donde la conciencia querría retomar su síntesis de miedo y consumo. Se lucha contra una vida cuyo ideal sin ideal es la libertad proclamada como yo-marca, y su realización es la maquinaria salud/activismo/autopromoción/estabilidad. La consumación de la metafísica es la realización del nihilismo.

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Lacan el judío

por Jean-Claude Milner
(Traducción: Hugo Savino)

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“La teoría de Marx es todopoderosa porque es verdadera.” Lenin escribió esta frase en 1913[1]. En Francia, en el  último cuarto del siglo XX, en la esfera de influencia de Louis Althusser, esta frase fue importante para algunos. Fui uno de ellos. Hoy, casi cincuenta años más tarde, preferiría invertir los términos: una teoría sólo es verdadera si no es todopoderosa. Más exactamente, una fórmula de lengua roza la verdad, si es suficientemente poderosa para afectar al operador todo.  O al menos suficientemente poderosa como para sacar a luz una de las grietas que la resquebrajan. Bajo el giro negativo “no todopoderosa”, oigo una afirmación, poderosa en cuanto al no todo.

Si grietas existen, eso sólo es posible con una condición. Es preciso que el operador todo,  en todos sus usos y bajo todas sus formas, no señale nunca una solución, sino siempre y por todas partes un problema. Problema de su propio equívoco, entre límites, sin límites y fuera de los límites. Problema  de la inexistencia del metalenguaje, de donde se desprende que todo cuando se menciona se pone rápidamente en uso y recíprocamente.  Problema de su estuche de sinónimos: todos en plural, todo en singular, artículo definido singular, universo, universal, infinito matemático, infinito no matemático, colectivo/distributivo, etc. También es oportuno, cuando se abordan declaraciones, sean las que sean, rastrear en ellas las vicisitudes del todo y los indicios que atestigüen que el problema no ha sido evitado.

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Pasión por el ritmo

Carta de Gilles Deleuze a Henri Meschonnic

(Traducción: Hugo Savino // Comentario de Serge Martin)

Delueze-Meschonnic

22 de junio de 1990

Estimado Henri Meschonnic

Gracias por haberme enviado «El lenguaje H». Este libro tiene un tono muy distinto al de los libros habituales sobre H. por más buenos que sean. Tiene una profunda libertad, con todo su rigor, que viene del hecho de que usted no tiene ninguna «pasión» respecto a H., porque su pasión está en otra parte, y sólo tiene necesidad de probarse en un camino que lo encuentra como un obstáculo. Es toda su concepción del ritmo la que está en juego. Hay en Heidegger una suerte de locura (de lenguaje) que tal vez no esté tan lejos de la de Brisset y que es, tal vez, lo más interesante. Por eso su capítulo «Pensar en el lenguaje H» me parece muy importante y muy bello – y todo el tono de su conclusión. Muchas gracias y crea en mi admiración sincera.

Gilles Deleuze

Esta carta de Gilles Deleuze a Henri Meschonnic como recepción del envío de su libro Le langage Heidegger (El lenguaje Heidegger) que acababa de aparecer en las ediciones P.U.F., es por cierto la de un colega de París VIII Vincennes pero también la de un filósofo cuya estatura en esa época ya es ampliamente reconocida y que, desde hace al menos veinte años, ha formado generaciones de filósofos y transformado la epistemología de varias investigaciones importantes mucho más allá de su disciplina académica. Por eso, la apreciación que hace Deleuze de la obra de Meschonnnic no es, como parece, únicamente un agradecimiento amable. En primer lugar, Deleuze distingue “los libros habituales” de aquellos que tienen “una profunda libertad”, libertad que no se opone al “rigor” que exige la escritura del ensayo. Hay allí evidentemente una reflexión crítica respecto al academicismo filosófico y más allá de un punto de vista que pide desplazar el centro de gravedad de los estudios sobre Heidegger tal como se hacen en Francia hacia esa época. Deleuze disocia las “pasiones” a la vez que descalifica toda pasión “respecto a H.”. Sugiere por lo demás que los pros y los contra son de la competencia de una modalidad pasional que no puede permitir el ejercicio de una “profunda libertad” de pensamiento. Le reconoce a Meschonnic una “pasión” singular comprometida por su “concepción del ritmo”. Es entonces la sugestión fuerte de que el pensamiento llevado por semejante “pasión” sólo puede intensificarse de camino, por cierto sembrado de obstáculos, pero en una relación abierta a su desconocido, a los encuentros que semejante aventura no puede dejar de acoger incluso de suscitar – la referencia sería un desplazamiento del concepto heideggeriano que, metáfora de la metáfora, desmetaforizaría así ese “de camino”… Heidegger, al que Meschonnic encuentra de camino constituye entonces un “obstáculo” por su concepción del lenguaje. ¿Deleuze insinúa que Meschonnic deja de lado otros aspectos, en cuyo caso, no habría entendido el incentivo estratégico que la teoría del lenguaje constituye en el ensayo de Meschonnic? Abre en todo caso una perspectiva inédita que muestra que su respuesta es dialógica y acogedora hasta en sus implicaciones antifilosóficas, en el sentido de Meschonnic. Es entonces que avanza con numerosas modalizaciones hipotéticas la idea de una “locura de lenguaje” de Heidegger análoga a la de Brisset, abriendo como a una historia de esta locura en filosofía. La sugestión puede llevar lejos (”lo más interesante”) pero se detiene para evaluar el recorrido propuesto por Meschonnic: “muy importante y muy bello”. La evaluación conjuga allí concepto y afecto para in fine iniciar su propia conclusión en lo que forma parte de una empatía más que de un acuerdo ya que “todo el tono” puntúa una actitud y por consiguiente un modo relacional del pensamiento más que un producto, un resultado. La relación está abierta y el camino sin más obstáculo que la incertidumbre de los encuentros. La relación se debe a que el encuentro de las actitudes tuvo lugar: el modo relacional es resonante.

Agradezco a Régine Blaig y a Fanny Deleuze por haber autorizado la publicación de esta carta, gracias a Jacques Ancet por habérmela hecho conocer.

Fuente: Lobo Suelto

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