Un niño fuera de serie

Por  Andrea F. Amendola

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Quisiera dajar a los lectores algunas refliexiones en torno a los mecanismos actuales de homogeneización, a partir de un llamado telefónico que recibo desde una escuela privada de capital federal, en el cual, quien me expresa su necesidad de hablar conmigo es la psicopedagoga del nivel inicial de sala de dos años, a raíz de un alumno que asiste allí y que es paciente mío hace un mes, en agosto de 2012.

La licenciada expresa su necesidad de saber y me pregunta: “¿usted observó que X no mira? Es un niño que sale corriendo a veces del aula para ir a los juegos de la plaza, en dos ocasiones se rasguñó, una de esas ocasiones fue porque se lo retó pues tiró las galletitas de adentro del tarro. ¿Usted no cree que debería tomar medicación? Es muy inquieto y distrae al resto, capaz si estuviese más quietito… ¿qué diagnóstico tiene? Porque yo lo busqué en el DSM IV y no lo encontré”….”aguárdeme un minuto” (se escucha que entró en donde la licenciada, y que allí estaba un niño gritando) “disculpe, había entrado un add” ¿qué me puede decir de X?

Le respondí: nunca lo va a encontrar en el DSM, porque allí no está su subjetividad, sólo encontrará carcazas vacías.

No hay vez en que relate este episodio sin sentir que algo de la angustia me columpie hasta escribir.

Rápidamente vino a mí Jacques A. Miller cuando nos habla de que el discurso dominante sería el de la cuantificación, pues parece que en algunos ámbitos de lo escolar se tiende a homogenizar, se clasifica, forzando hacer común lo diferente y es aquí en donde asoma su nariz el discurso de la ciencia.

Días después, me llama por teléfono la directora del colegio antes citado, pidiéndome cerrar un diagnóstico porque no quiere que la conducta de X altere al grupo de treinta y cinco niños de sala de dos, me dijo:”¿X fue visto por un  neurólogo? Usted sabe, no queremos que el resto de sus compañeritos lo vean como el niño diferente…”

Ante el empuje a la homogenización lo real resiste y es menester preservar esa diferencia que hace a cada niño único. Fuera de la serie de las clasificaciones, fuera de toda clase. Al decir de Jacques A. Miller: “Es la promesa del psicoanálisis, allí donde se opone de modo evidente, porque el discurso analítico promete lo contrario al discurso de la evaluación. La promesa es: “Tú no serás comparado”(1).

Allí en donde X no mira es en donde el adulto de la evaluación no ve lo que X sí: los juegos de la plaza, hay algo allí en esos objetos para él. Muy contrario a los límites de la observación, el analista está convocado a leer y, si como en una sesión X me dijo “vamos” y me agarró de la mano para luego soltarme… ¿será que podríamos hablar en el autismo de una construcción de la demanda?…

(1)Clase del 16 de enero 2008 del curso de Jacques A. Miller “La orientación lacaniana”.

Comments

  1. ines gallardo says:

    ¿Treinta y cinco chicos de dos años? ¿ Cómo piensan en sus individualidades y cuántos maestros o psicopedagogos o quienes sea que se encargan de cobrarles las cuotas, los evalúan?

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    • Gracias por tu comentario Inés, es así, justamente la homogenización tiende a borrar lo individual y a sumar más en lo rentable que en lo restituible de la subjetividad, algo que no comenté en esta viñeta es que en un momento este niño derrama un tarro de galletas y es sancionado con un reto por ello, lo cual causa en él el comenzar a golpearse a sí mismo. La propia intolerancia del otro internalizada en sí mismo, lamentablemente.
      Saludos!
      Andrea

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