La sociedad de consumo se caracteriza por la declinación del Padre de la Ley, por la supresión de la dimensión de la falta y por la exclusión de las cosas del amor.
En consecuencia, los psicoanalistas debemos enfrentarnos con un discurso anómico – dado que se carece de códigos normativos sociosimbólicos claros, que operen como eje de referencia fálico, para ordenar los valores, instalar los límites e inscribir al sujeto en la Ley; nihilista, dado que se han devaluado las prácticas sublimatorias, de modo que la creencia en la trascendencia del lenguaje y la potencia del Verbo han sido desplazadas por los goces pulsionales obscenos; y amoral, dado que la ética de la diferencia y el acogimiento hospitalario y responsable de la alteridad, han sido reemplazados por la exaltación maníaca de la mismidad del narcisismo.
La política del psicoanálisis –hacer consciente lo inconsciente- supone un acto de confrontación radical con la sociedad de consumo, dado que ésta exalta a la desmentida como su mecanismo defensivo fundamental: la experiencia del amor es desmentida por el encuentro fetichístico de los cuerpos cosificados ; la experiencia del saber por el mero incremento la información; la experiencia de la producción por la acumulación de capital; la experiencia del aprendizaje por la conquista de un título; la experiencia del placer por la posesión exagerada de objetos; la experiencia del arte por el coleccionismo; la experiencia del encuentro dialógico por la exaltación del solipsismo; la experiencia de la riqueza espiritual por la narcosis del ocio improductivo; la experiencia de la comunión social por la introversión; la experiencia del don por el egoísmo; la experiencia de la ética por la moral de circunstancias.
De modo que, si bien la industria cultural se ha apoderado del escenario socio-histórico y ha arrojado a los sujetos al circuito del consumo como si fueran mercancías, debemos considerar no sólo el todo de un territorio mercantil, que no deja márgenes ni bordes exteriores a la masificación comercial que ha propuesto, sino que debemos también prestar atención a los espacios intersticiales y las aberturas en los que destellan las luces que irradian los discursos de resistencia a la pulsión de muerte , sean poéticos, políticos y/o psicoanalíticos
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